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Abril del 2008LA MUJER QUE ESTÁ DE PARTO
Por Gino Iafrancesco V. - 19 de Abril, 2008, 19:49, Categoría: General
Los
Misterios del Reino de los Cielos en las parábolas del Señor Jesucristo (50) LA MUJER QUE ESTÁ DE PARTO
La paz del Señor sea con los hermanos. Con la ayuda del Señor estamos llegando en esta noche al último capítulo de la serie “Los misterios del reino de los cielos en las parábolas del Señor Jesucristo”. Hoy vamos a considerar la última de las parábolas dichas por el Señor antes de morir. Se encuentra solamente en el evangelio según San Juan; de ella no nos dice nada Mateo, ni Marcos, ni Lucas. Hubo dos parábolas finales que habló el Señor la misma noche después de la cena, la santa cena, cuando salieron y descendieron esa noche hacia Getsemaní en el monte de los olivos. Mientras El oraba, vino Judas Iscariote trayendo a los que le iban a prender; y lo prendieron, lo llevaron ante los sacerdotes, luego ante Pilatos, y luego lo crucificaron; o sea, ese jueves realmente ya sería el viernes, porque desde las 6 de la tarde, desde el punto de vista bíblico, hay el cambio de día; el día de la pascua era realmente ese viernes, llamado día de la preparación, antes del sábado, porque el viernes no comenzaba a las 12 de la noche, sino que empezaba a las 6 de la tarde; cuando se ponía el sol en el jueves ya comenzaba el viernes. Realmente la pascua, todo este proceso del Señor ser tomado en Getsemaní preso y ser llevado ante los sacerdotes, todo eso aconteció en el viernes, si contamos desde el jueves a las seis de la tarde. Después de la cena, el Señor mencionó dos parábolas: una que ya mencionamos en un contexto temático, que es el de la vid y los pámpanos, que correspondió a la misma ocasión, pero que ya lo tratamos en una vez pasada; y ésta de hoy, de la mujer que está de parto, que es la última parábola que el Señor dijo antes de partir. Si ustedes se dan cuenta, en el capítulo 14 de Juan, el Señor está hablando en el cenáculo cuando llegó la noche; era el día de la preparación, que hoy se dice: jueves santo, pero que realmente ya era el viernes. El comenzó a decir las palabras que registra Juan en el capítulo 14, capítulo 15, capítulo 16 y capítulo 17; en el cenáculo El habló las palabras del capítulo 14 de Juan. Luego el capítulo 14 de Juan termina con la siguiente frase: “Levantaos, vamos de aquí”; o sea que ellos se levantaron del cenáculo donde habían celebrado la pascua ese noche, que sería el jueves llamado santo, que era el viernes, la tarde del viernes, porque empieza con la tarde y la mañana, empieza con la oscuridad y se sale a la luz; así son los días de Dios. Entonces ellos se levantaron, salieron de Jerusalén, comenzaron a descender hacia Getsemaní en el monte de los olivos. Las últimas parábolas que consideramos también fueron dichas cuando descendían de Jerusalén, bajaban al torrente de Cedrón, llegaban al pie del monte de los olivos, y pasaban a veces la noche en el monte de los olivos, luego volvían a Jerusalén. Las
parábolas anteriores del Pequeño Apocalipsis Sinóptico se pronunciaron dos días
antes de la pascua; pero ésta se pronunció dos días después, o sea, durante la
misma noche de la pascua; ellos celebraron la cena del Señor que era la pascua
esa noche, y luego, cuando El dijo: -Levantaos,
vamos de aquí-, ellos de noche salieron, descendieron al torrente de Cedrón,
y llegaron a Getsemaní. Entonces, cuando ellos descendían de Jerusalén a
Getsemaní, El dijo primero la parábola de la vid, saliendo de la ciudad, y
luego ésta parábola, cuando ya se estaba despidiendo el Señor. Con ésta
parábola es que el Señor se despide. Realmente, la palabra “parábola” aparece solamente en los evangelios sinópticos: parabolé; pero la palabra “paraimía”, que es la que utiliza el apóstol Juan, y la usa siempre de esa manera, se ha traducido “alegoría”; las dos palabras pueden traducirse, si se considera de una manera amplia y no muy restricta, también como “parábola”; porque Juan no usa la palabra “parábola”, sino la palabra “paraimía”, o sea un símil, una imitación; “imía”, de ahí viene la palabra “imitación”; y de “para”, paralela, al lado de; es decir, parecido con. Entonces también se puede traducir de una manera amplia como parábola, aunque aquí se le llama en el capítulo 16: “alegoría”. Cuando El dice: -ya no os hablaré por alegorías-, la de la mujer que está de parto fue la última que El dijo antes de no hablarles más por alegorías. Dijo: -no hablaré más en alegorías-; ésta última parábola, es ésta que vamos a estar considerando hoy, y que se encuentra en el capítulo 16. El habló que el mundo aborrecería a los cristianos, que no se extrañaran cuando estas cosas sucedieran; habló de la obra que haría el Espíritu Santo, convenciendo al mundo de pecado, de justicia y de juicio; y entonces comenzó a despedirse. En un campamento, hace ya varios años, en Melgar, el Espíritu Santo nos hizo detenernos en este tema: “todavía un poco”; ese fue el tema del campamento: “todavía un poco”; y en ese contexto es que aparece ésta parábola; entonces vamos a considerarla para terminar la consideración de todas estas parábolas, para que el Señor nos hable. Estas fueron prácticamente sus últimas palabras, aparte de las que dijo a los sacerdotes, a Pilatos y en la cruz. Leo
desde el capítulo 16, verso 16, y voy a leer hasta el verso 25. Primeramente
voy a leer de corrido; y luego, con la ayuda del Señor, consideraremos de nuevo
lo que leímos. “Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me
veréis; porque yo voy al Padre .Entonces se dijeron algunos de sus discípulos
unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me veréis; y de
nuevo un poco, y me veréis, y, porque yo voy al Padre? Decían, pues: ¿Qué
quiere decir con: Todavía un poco? No entendemos lo que habla. Jesús conoció
que querían preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto
que dije: Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis? De
cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se
alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá
en gozo. La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero
después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo
de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis
tristeza, pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os
quitará vuestro gozo. En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de
cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará.
Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que
vuestro gozo sea cumplido. Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora
viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca
del Padre. En aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al
Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis
amado, y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre, y he venido al
mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.” Hasta aquí. Después ya hizo
la oración sacerdotal de Juan 17, y después, ya en el capítulo 18, estando ya
en Getsemaní lo arrestan, lo juzgan y lo crucifican y entonces resucita. Esta
parábola es entonces la última de las parábolas o alegorías habladas por el
Señor mientras estaba en la tierra. En el hebreo, esa palabra es “mashal”, tanto alegoría como parábola,
incluso proverbio; caben dentro de esa palabra: “mashal”. Esta fue la última; después de ésta ya no les voy a hablar
más así, porque me voy a ir, y va a venir el Espíritu Santo, que ya no va a
necesitar hablar por parábolas. Empieza aquí el Señor, en el capítulo 16, versículo 16, usando una expresión que, para entenderla bien, necesitamos ver las otras ocasiones en que El usó esta misma expresión. El Señor usó esta expresión: “todavía un poco”, en varias ocasiones en esos mismos días; entonces podríamos considerar las otras ocasiones, para que podamos entender qué es lo que el Señor quería decir. Vamos primeramente al mismo evangelio de Juan, al capítulo 7; vamos a mirar allí el versículo 33; fue cuando el Señor se iba a levantar diciendo: -El que bebiere de esta agua, no volverá a tener sed jamás-, el penúltimo día de la fiesta de las cabañas; o sea, unos meses antes de esta otra ocasión. La ocasión de Juan 16 que estamos considerando, es el día de la pascua; y la anterior, en Juan 7, fue el día de los tabernáculos, que es la última fiesta del año; en cambio la pascua es la primera, y hay una diferencia, más o menos, entre octubre y marzo o abril; o sea que hay unos cinco o seis meses de diferencia entre estas dos fiestas. 5 ó 6 meses antes del día de la pascua, El empleó esa expresión, y lo dice así. Voy a leer desde el 32 para tener el contexto: “Los fariseos oyeron a la gente que murmuraba de él estas cosas…”; o sea, si era o no el Cristo; que si lo era, se los dijera abiertamente; “…y los principales sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles para que le prendiesen”; noten, que lo prendiesen; observen que ya lo querían agarrar preso desde meses antes. “Entonces Jesús dijo: Todavía un poco de tiempo estaré con vosotros, e iré al que me envió. Me buscaréis, y no me hallaréis; y a donde yo estaré, vosotros no podréis venir.” Es decir, El sabía que iba a morir, sabía que en la próxima pascua El moriría; entonces cuando El dijo: -Todavía un poco-, se estaba refiriendo a esos meses que le quedaban antes de morir. Vamos ahora al capítulo 12, verso 35, del mismo evangelio de Juan; el Señor anuncia su muerte aquí cuando es ungido en Betania; los griegos lo buscan, y El dice que es necesario que el grano de trigo caiga en tierra y muera para que dé fruto; y anuncia su muerte. Entonces en el verso 35, cuando le dicen ellos: - “Nosotros hemos oído de la ley que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?”- Levantado tanto en la cruz como en la resurrección. Ellos esperaban la primera venida del Cristo como si fuera la segundara; ellos esperaban que viniera a establecer un reino, la manifestación gloriosa del reino, sin necesidad de El morir y resucitar. ¿Pero cómo iban ellos a ser perdonados? ¿cómo iban a recibir el Espíritu Santo, y a ser transformados, y a ser gente del reino, sin primero el Señor morir y resucitar? Entonces El decía que era necesario que el Hijo del Hombre fuese levantado, tanto en la cruz, como en la resurrección; y entonces dice el verso 35: “Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco…”; volvió a decir eso; ya eran menos días que faltaban para su muerte, ya era apenas como una semana, porque cuando Jesús fue ungido esta vez, ya faltaba poco tiempo; después de esto El se reunió con los discípulos para lavarles los pies, esa noche de la pascua. Fue en esos días inmediatamente anteriores que El dijo esto: “Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz”. El les decía: Entre tanto, aún por un poco; entonces este primer poco, por este contexto nos damos cuenta de que está acercándose al primer poco, a la hora de su muerte. Otro pasaje está en el capítulo 13, que fue ya la noche de la pascua, porque la pascua abarcaba las primeras vigilias, que eran desde las 6 de la tarde hasta medianoche, y luego las otras vigilias, desde medianoche hasta salir el sol, y luego todo el día; ese era el día de la pascua; hoy sería jueves y viernes; pero ese día era solamente el día de la preparación, que se llamaría hoy “viernes”. En el capítulo 13, versículo 33, ya en el contexto de la santa cena, cuando les lavó los pies, ahora les dice a los discípulos, ahí mismo en la santa cena: “Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo ahora a vosotros…”, noten: -como dije a los judíos-; o sea que les está diciendo lo mismo; había dicho a los judíos; y ahora: -como dije a ellos, también se lo digo a ustedes. “Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo ahora a vosotros: A donde yo voy, vosotros no podéis ir”; el Señor parece estarse refiriendo en ese primer poco, a su muerte. En el capítulo 14, verso 19, esa misma noche, todavía conversando en el cenáculo, en el aposento alto donde celebraron la mesa del Señor, allí el Señor, hablando en el contexto de la venida del Espíritu Santo, dice lo siguiente: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis”. Entonces aquí el Señor ya comenzó a adelantar algo acerca de cuándo El sería visto; por el contexto vamos a darnos cuenta de que el Señor está hablando en tres niveles. Los discípulos no tenían ni idea como era eso de la segunda venida de Cristo; ellos, incluso resucitado, le preguntaron: -¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Quiere decir que no habían entendido. Varios de los discípulos le hacían preguntas. Por ejemplo, le preguntó Pedro, le preguntó Tomás, le preguntó Felipe, le preguntó Judas Tadeo; todos tenían esa preocupación; no entendían; y aun cuando el Señor está hablando por allá en el torrente de Cedrón, y por Getsemaní, todavía ellos preguntaban entre ellos cómo sería eso de la ida del Señor; ellos no lo entendían. Vamos a ver las preguntas de ellos. Primero, la de Pedro la encontramos en el 13:36; todas estas preguntas fueron en el cenáculo: “Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; mas me seguirás después.” Esa era la pregunta de Pedro: ¿A dónde vas? No entendían; como decían los otros: El Mesías va a venir para siempre, va a establecer un reino político, glorioso, para siempre; ¿cómo es eso de que te vas? Los apóstoles también participaban de esas preguntas. No habían entendido Miqueas 5:3, que Él debía dejarlos por un tiempo hasta dar a luz la que debía dar a luz. La mayoría de los judíos hasta hoy tampoco han entendido esto. Más adelante, en el capítulo 14, en el verso 5, del evangelio según Juan, el que le pregunta es Tomás: “Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre (porque El iba al Padre) sino por mi”. Bueno, ya preguntó Pedro, y parece que Tomás todavía no entendió; ahora le pregunta también Felipe, en el verso 8: “Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta”; ya que estás hablando del Padre, queremos ver al Padre. “Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido Felipe?” Luego viene Judas Tadeo, y en el verso 22 del mismo capítulo 14, todavía en el cenáculo: “Le dijo Judas (no el Iscariote),” o sea, Tadeo, uno de sus hermanos menores, que era discípulo de entre los doce: “Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?”. Noten, ellos estaban confundidos, y esa misma confusión continúa, porque era en el mismo día; sólo que salieron del cenáculo, fueron descendiendo después que les dijo la parábola de la vid verdadera; al ir saliendo por las calles de Jerusalén, les fue diciendo lo de la vid, y siguieron bajando al torrente de Cedrón, ya rumbo a Getsemaní, y ahí fue cuando les dijo lo que dice el verso 17 del capítulo 16: “Entonces se dijeron:…” Noten esta pregunta: se dijeron. A veces nosotros hablamos entre nosotros, y consultamos entre nosotros, y a veces no es suficiente. Si no invocamos al Señor mismo, si no le preguntamos directamente al Señor, vamos a seguir confundidos aún entre nosotros. Mientras sigamos sólo hablando entre nosotros, vamos a seguir en oscuridad; hay que preguntarle al Señor mismo. Hermano, las dudas que tú tienes, ¿se las has preguntado al Señor mismo? Claro que se las podemos preguntar a otros hermanos también, pero primeramente al Señor mismo. El Señor puede utilizar a nuestros hermanos para respondernos, pero la pregunta hay que hacérsela a El. Pero dice aquí: “Entonces se dijeron algunos de sus discípulos unos a otros…” Es como cuando los teólogos empiezan a consultar sobre un tema, y el uno cita al otro, y el otro al otro, y fulano dice así, y el otro dice así, pero todavía no le preguntan al Señor. “Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me veréis; y de nuevo un poco…”. El habló de dos pocos: “y me veréis; y, porque yo voy al Padre? Como quien dice: ¿Qué tiene que ver con que El vaya al Padre, que haya otro poco, y que después, en el segundo poco lo vamos a ver. ¿Y el primer poco, y el segundo poco, qué es esto? No entendían. Verso
18: “Decían, pues: ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No entendemos lo
que habla”; ellos seguían perplejos,
seguían confundidos; claro, porque el Señor era espiritual y ellos eran
carnales; hasta no nacer de nuevo eran carnales; la mente natural no puede
comprender las cosas que son del Espíritu de Dios. “Jesús conoció que
querían preguntarle”; no es que le preguntaron, no; querían preguntarle,
pero no le preguntaron; pero El, tan misericordioso, se les adelantó, “y les
dijo: ¿Preguntáis entre vosotros”; ese es el problema, no me preguntaron a
mí, se quedaron conversando entre ustedes; “Preguntáis entre vosotros acerca
de esto que dije: Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me
veréis?” Para que nos demos cuenta de
que el Señor está respondiendo algo muy profundo, El contesta con una parábola.
Si hubiera sido solamente, bueno, me voy a morir, pero voy a resucitar, está
bien; la resurrección ya fue un gozo; eso fue después, a los tres
días del primer poco; lo mataron, y resucita; ya es una gran alegría; pero
todavía tienen que recibir el Espíritu Santo, y todavía Cristo se tiene que
formar en ellos, y todavía Cristo tiene que volver. O sea que ese gozo es un
gozo que comienza con la resurrección, pero que se culmina con la segunda
venida; ese gozo comienza con la resurrección; estaban tristes, llorando, y
hasta escondidos por medio a los judíos, dice otro evangelista; pero resucitó y
comienza el gozo; de gozo no lo creían, dice. Ahí comenzó el gozo, pero todavía
apenas sopló el Espíritu Santo para que renacieran; pero les dijo que quedarían
en Jerusalén hasta que viniera Poder de lo Alto, hasta que fueran investidos
con el Poder de lo Alto, hasta que fueran bautizados con el Espíritu Santo; y
ahí el Espíritu Santo comienza a revelarles quien es el Hijo, y empiezan a ver
espiritualmente al Hijo; pero comenzar no es todavía comprender al Hijo. Para
conocer al Hijo directamente hay que permitir que el Hijo se forme en nosotros,
que el Hijo, que entra en nosotros por el Espíritu, se forme; y en la medida en
que El se forme lo conocemos más y nos gozamos más, y somos más afirmados; pero
el gozo definitivo, el cumplimiento total, es cuando El venga, cuando seamos
transformados. Cuando Cristo, nuestra vida, se manifieste, nosotros seremos
semejantes a El también; ahí se completará nuestro gozo; pero el gozo comienza
con la resurrección. Entonces ese poco puede ser los días entre las horas
porque ahora ya estaban en la pascua; esa madrugada ya El iba a tomar el
primer poco, que tiene el primer sentido entre los días de la muerte y la
resurrección; el segundo poco: entre la resurrección y la venida del Espíritu
Santo, que son cincuenta días. Luego, la vida aquí en la tierra mientras Cristo
se forma, y la venida del Señor Jesucristo, que viene en breve. Ese segundo
poco tiene, pues, tres niveles; por eso dice así: “Jesús conoció que querían
preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije:
Todavía un poco y me veréis, y de nuevo un poco y me veréis?” ¿Por qué no dijo las cosas así rápido: es que
me van a matar aquí en unas horas, pero al tercer día voy a resucitar? Porque
hay otras cosas implicadas; por eso es necesario hablar de nuevo en parábolas,
porque cuando venga el Espíritu Santo, entonces ya no me preguntaréis nada;
ahora entenderéis todo; pero todavía no había venido, ¿se dan cuenta? Si les hablaba claro, no entenderían, porque la mente natural no puede captar lo que es del Espíritu; entonces les habla en parábolas para que el Espíritu les recuerde, les dé el sentido, y ese sentido les ayude en todos los momentos, en esos tres días, en esos cincuenta días, durante toda la historia de la iglesia, hasta la venida del Señor. Entonces la parábola es útil para todas esas etapas. Entonces
comienza El a explicar: “De cierto, de cierto os digo, que vosotros
lloraréis y lamentaréis…” Claro, cuando lo mataron, la gente llora; pero no
solamente llora porque lo mataron; porque aún después de que resucitó, mientras
se forma en nosotros, también lloramos. Eso es lo que El llama “la mujer con dolores de parto”, Si el
Señor habla de que lamentaremos y de que lloraremos, eso entonces no es algo
extraño en la vida de los cristianos. “vosotros lloraréis y lamentaréis”; así
que ninguno piense que no lloraría y que no se lamentaría. Mientras el mundo se
está alegrando, ustedes están sufriendo; incluso el mundo se puede alegrar en nuestros
sufrimientos, porque las sociedades bárbaras, como dice un hermano, se gozan en
el sufrimiento de los otros; solamente los civilizados se duelen del dolor
ajeno. El que se goza del dolor ajeno, de otro ser humano, o de un animal, ese
es un bárbaro, ese es un insensato. Una persona civilizada no se goza en el
dolor ajeno, verdad? se duele con el que se duele. Entonces
dice aquí: “vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará”; o
sea, en ese primer poco, mientras el Señor se va, primero los deja porque ellos
estaban acostumbrados a vivir con El; estaban pensando: bueno, a tu derecha y a
tu izquierda nos vamos a sentar, Juan y Jacobo; ellos no entendían bien las
cosas como eran; entonces el Señor les habla del lloro y del lamento que
comienza a cumplirse cuando a El lo matan, lo crucifican, y ellos quedan
confundidos, y conversaban entre ellos: -nosotros
pensábamos que éste era el que iba a libertar a Israel, pero ya hace tres
días que lo mataron-., Ellos debían esperar. A pesar de que El les había
dicho que iba a resucitar, ellos no entendían que significaba eso de resucitar
al tercer día, ¿ven? Entonces hay oscuridad; la primera oscuridad es aquella de
ese primer poco de tristeza y de lamento; pero como también la formación de
Cristo en nuestro ser requiere el morir a nosotros mismos, entonces ese es el
lugar de los dolores de parto de la mujer que ha de alumbrar ese niño, del que
dice Jesús aquí, y del que dice Apocalipsis 12, que es lo mismo, que es el
cumplimiento de Génesis 3:15, una mujer, que al dar a luz la simiente de la
mujer, aplastará la cabeza del dragón. Habrá enemistad entre las dos simientes:
la simiente de la serpiente y la simiente de la mujer; y si habrá enemistad,
habrá lloro, habrá lamento, habrá tristeza. Nosotros los cristianos debemos
saber que nuestra vida debe pasar por ahí, debe, es necesario que pase por
tristezas. Dice Pablo, confirmando a las iglesias, no asustándolas: es necesario que a través de muchas tribulaciones,
entremos en el reino de Dios. Para que Dios reine en nosotros, debemos
pasar por estas tristezas, por estas angustias del alumbramiento. Entonces
dice aquí: “lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque
vosotros estéis tristes…”; o sea que los cristianos experimentaríamos
tristeza en el hombre exterior; como dice Pablo, hay una tristeza que produce
fruto, en 2ª a los Corintios 7:10. Hay una tristeza del mundo que es para
muerte; pero hay una tristeza que es para bien en el nuevo hombre, para que el
hombre interior sea fortalecido. Dice: mientras
éste, nuestro hombre exterior se desgasta, el interior se renueva; porque
es que nosotros tenemos al Señor en el espíritu, y nos tenemos a nosotros
mismos en el alma; y cuando vivimos en nosotros mismos, no damos lugar a que el
Señor se exprese a través de nosotros; entonces Dios tiene que hacer un doble
trabajo en nuestras vidas: En cuanto al hombre interior, toda la intención de
Dios es fortalecer nuestro espíritu, que nuestro espíritu sea fortalecido, que seáis fortalecidos con poder en el
hombre interior por el Espíritu; pero en cuanto al hombre exterior, que es
el obstáculo para la manifestación del interior, le corresponde otro
tratamiento; el tratamiento para el hombre interior es aceite, pero el
tratamiento para el hombre exterior es la cruz, es la despabiladera. El sumo sacerdote tenía que hacer ese trabajo doble: tenía que añadir aceite a las lámparas, y al mismo tiempo tenía que usar la tijerita, la despabiladera, para quitar la parte seca del pabilo que no está ungida, que enrarece el ambiente, que se quema, que echa humo; a esa parte del pabilo la tiene que cortar. Eso se refiere a la parte de nuestro hombre exterior, a nuestra alma. Entonces respecto a esa parte exterior, se dice que le convienen tribulaciones; y Pablo le llama a esa tribulación de leve; él dice: esta leve tribulación momentánea; la palabra tribulación se refiere a tribulación misma, pero leve; como un sandwish: por un lado leve, y por el otro lado momentánea; no se asuste diciendo: ¡qué terrible!, No, no; es leve y momentánea; así era Pablo, animado; él entendía que las tribulaciones, aunque terribles, eran leves y momentáneas en comparación con la eternidad; ¿amén? Sigue
hablando acá de “vuestra tristeza”; o sea, la de nuestra alma, la del
yo, la vuestra, “se convertirá en gozo; ese es el nuevo nacimiento, ese
es un niño; y empieza a dar el ejemplo del niño que está dentro de la madre, y tiene
que salir de adentro; y para salir, a la madre le duele; pero ese dolor es
pasajero, ya no se va a acordar de él cuando haya nacido el niño. Entonces Jesús
les va a explicar en el verso 21: “La mujer cuando da a luz, tiene dolor”; el
Señor, sabiendo que la mujer tipifica a la iglesia, por causa del pecado, y
como el pecado está en los miembros de la iglesia, dijo: con dolor dará a luz; por causa del pecado que hay en nosotros
debemos pasar por el dolor y la tristeza. “La mujer cuando da a luz, tiene
dolor, porque ha llegado su hora”. Dios tiene una hora para el nacimiento.
Al principio son unos dolorcitos; sí hay dolores en las preñeces, pero los
dolores serios son en su hora; la hora más terrible es la del nacimiento; el
nacimiento es el momento en que la tristeza se convierte en gozo; la mayor
tristeza termina cuando nace el bebé, y comienza el gozo. ¡Qué paradoja!
Que esté tan cerca la tristeza del gozo. Por eso no nos debe asustar ni la
tristeza ni el dolor; debemos presentir el gozo, ¿amén? “La mujer cuando da
a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz
un niño, ya no se acuerda de la angustia”; como dice el Señor: que no vengan
a vuestra memoria los días pasados; eso ya pasó; ahora estamos en el gozo, ¿amén?
La tristeza es pasajera, leve y momentánea. Cuando nace el niño ya no se
acuerda del dolor; cuando Cristo resucitó, cuando recibimos el Espíritu, cuando
Cristo se forme en nosotros y cuando venga el Señor Jesús, habrá alegría total.
Esa
alegría comienza con la resurrección, con la regeneración, con la configuración
a Cristo; y ello se completa definitivamente cuando seamos transformados en su
venida, y seamos como El, y entremos en el gozo de nuestro Señor, en el reino;
“ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre
en el mundo”. Noten, espero que eso sea lo normal. Hoy en día no quieren
que nazcan muchos niños; para ellos no es un gozo; pero el Señor dice: es un
gozo, un gozo que nazca un hombre en el mundo; es alguien que nace quien puede
llegar a conocer al Señor, ser casa y templo del Señor, y ser testigo de la
gloria de Dios; ¿cómo no va a ser un gozo? Eso es bueno sentirlo en estos
tiempos en que se habla del aborto “terapéutico”; y aquí les voy a contar esto:
Un profesor universitario le preguntaba a los alumnos: Miren, los padres eran
sifilíticos, y el primer niño nació con deformidades; el segundo, también; el
tercero, también; el cuarto, el quinto, el sexto, el séptimo y el octavo, todos
nacieron con problemas; y ahora viene el noveno; ¿qué dicen ustedes? Y la
mayoría del curso dijo: ¡Que aborte! Y les contestó el profesor: Acaban de
matar a Beethoven. ¡El noveno era Beethoven, qué cosa! “El
gozo de que haya nacido un hombre…”; (es
un ser humano, este hombre puede ser mujer), “en el mundo. También vosotros
ahora…”, eso es ahora, gracias al Señor eso es pasajero, “ahora tenéis
tristeza; pero os volveré a ver…”, primero en la resurrección; cuando se les
apareció, lo volvieron a ver; pero también hay frases donde El da a entender
que también es cuando el Espíritu Santo venga y nos revele a Cristo; es también
otra manera de ver; primero resurrecto, pero El dijo: Bienaventurados los que no vieron y creyeron; quiere decir que es
más bienaventurado creer sin haberlo visto resucitado que haberlo visto, porque
ahora se le conoce espiritualmente; entonces, cuando le conocemos al Señor en
el espíritu, también hay gozo; y ese gozo nos establece y nos afirma; y cuando
El venga, ya no será por fe sino por vista, pues mucho más ese gozo será
cumplido. Entonces esta frase tiene tres niveles: “os volveré a ver”; primero la resurrección; segundo la venida del Espíritu Santo y la formación de Cristo en nosotros, y tercero la venida segunda de Cristo en gloria; porque “os volveré a ver”; cuando resucitó ¿no lo volvieron a ver? Y cuando se forme en nosotros y lo estemos comprendiendo desde adentro, ¿acaso no es que lo estamos también viendo, espiritualmente hablando? y también cuando El venga en gloria y majestad. A veces una profecía se cumple varias veces, de varias maneras; “os volveré a ver”; aquí no dijo que sería solamente una sola vez, pero os volveré a ver se cumple de esas varias maneras. “Os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón”; el corazón es el que se entristece, porque el problema nuestro es en el corazón; pero también en ese mismo corazón habrá gozo, “se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo”; ¡Qué maravilla! A veces cosas bobas nos quitan el gozo, pero cuando llegue este gozo de “verlo”, nadie nos lo quitará. Verso 23: “En aquel día no me preguntaréis nada”; eso significa entender directamente las cosas; ahora preguntan, pero en aquel día no preguntaréis nada. “De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará”. Con toda fe, Señor, listo, ahí está. Dice un profeta: aún estará la palabra en su boca y yo ya habré oído, dice Dios; en mi nombre, lo que pidieren, lo haré, lo dará. Verso 24: “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre”; hasta aquí han sido buenos judíos, han invocado a Yahveh el Padre, pero nunca han entendido que para obtener algo de Yahveh, hay que basarse en los méritos del Hijo. El Hijo de Dios es el que ha venido. Parte del gozo es las respuestas a nuestras peticiones; esa es parte de este gozo con que nos gozaremos. Verso 25: “Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre”. ¿Por qué les hablas por parábolas? Para que viendo no vean; el hombre exterior no entiende las parábolas, pero viene la hora cuando ustedes vean que Cristo resucitó, cuando reciban su Espíritu, cuando nazcan de nuevo, cuando Cristo se forme en ustedes y cuando sean transformados a su imagen, de ahí en adelante, en todo ese proceso, me van a conocer directamente. A los suyos les decía claramente todas las cosas. Así comenzó esta serie; analizando esto: que El a los de afuera les hablaba en parábolas, para que viendo no vieran, y oyendo no entendieran; pero a los suyos en particular les declaraba todas las cosas. Así como comenzó, así termina: Ya no les hablaré por alegorías; ustedes captarán el sentido, entenderán directamente las cosas espirituales instantáneamente, no necesitarán preguntar, ustedes captarán y entenderán claramente las cosas, ya no por alegorías, sino claramente. Vamos
ahora, hermanos, por unos minutos, a considerar Apocalipsis capítulo 12; hay
muchos otros versos donde se habla de esta mujer; comienzan en Génesis 3:15,
donde el Señor dice que la simiente de la mujer aplastaría la cabeza de la
serpiente. Normalmente no es la mujer la que tiene simiente; es el hombre el
que siembra la simiente en la mujer para que nazca un bebé; pero aquí el Señor
está profetizando que habría una mujer que daría a luz sin necesidad de la intervención
del hombre; y esa mujer también es la iglesia; primeramente fue María, como
parte del pueblo de Israel, que estuvo esperando al Mesías, y nació el Señor
Jesús. Nació de una virgen, ¿ven?, y esa mujer, María, tipifica a la iglesia. Primeramente,
ella es parte de Israel, ella es Israel, y representa a Israel; y ella es de la
iglesia, representa a la iglesia; ella es la mujer. La mujer en la Biblia
representa al pueblo de Dios, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Los
que serán la esposa del Señor, un solo cuerpo con judíos y gentiles, injertados
en el mismo olivo, esa es la mujer. La
que aparece en Génesis 3:15 es la misma que aparece aquí en Apocalipsis 12, de
la que se dice: “Apareció en el cielo una gran señal:” ¿Por qué aquí el Señor revela con
señales o símbolos para interpretar? porque una imagen habla más que muchas
palabras. “Una mujer”; esta mujer es la que ha de ser la esposa del
Señor. Noten
que en Cantar de los Cantares la esposa es considerada la misma madre. Dice,
hablando de Salomón, figura de Cristo, como hijo de David. Dice: Mirad al rey Salomón con la corona con que
lo coronó su madre en el día de su desposorio. En el día de su casamiento
con su esposa, en el día de su desposorio, su madre lo corona. Es una frase
mística. Mirad al hijo de David con la corona con que lo coronó su madre en el
día de su desposorio. Cuando ella y él se hacen uno, cuando nos hacemos uno con
el Señor, cuando el Señor se ha formado en nosotros, y nosotros permanecemos en
El, nos hacemos uno; ese es el día de la boda; ese es el día cuando su madre,
que es aquella que lo tiene en su vientre hasta que él se forme, lo corona. Cuando
él se forma en nosotros, ese es el día de la boda, y ese es el día en que El es
coronado por su madre; porque mientras
no somos uno con El, no lo estamos coronando; pero ¿qué era lo que se estaba
cantando al principio? “Te coronamos a Ti, Oh Señor Jesús”. Coronarlo es
reconocerlo como rey y someternos a su voluntad; es hacer lo que El quiere; es
conformarnos, configurarnos a El. Configurarse a El, ese es el desposorio, y
esa es la coronación de El. Cuando El se casa con su esposa, es lo mismo que la
madre coronándole a El. La madre es la Nueva Jerusalén; esa es la madre de
todos nosotros; esa es la madre que tiene a su niño formándose en su vientre. La
mujer, cuando va a dar a luz, tiene dolores. El compara a la Iglesia con una
mujer. Vosotros ahora sois como esta mujer; y esta mujer tiene en su vientre a
un niño, lo está gestando, hasta que ese niño nazca para reinar. Bueno,
entonces, esa mujer representa a la iglesia, ¿se dan cuenta? Entonces, la
iglesia, como va a dar luz a ese niño, es la madre. Jesús habló que quien
hiciera la voluntad del Padre, ese era su madre, hermana y hermano. Cuando ella
se haga uno con El, es el día del desposorio; y por lo tanto, el día de su
desposorio su madre lo corona. Coronar al Señor es hacerlo rey de nuestras
vidas. Entonces, por una parte, somos la madre; y por otra parte somos la
esposa, porque la mujer es una figura de esta realidad espiritual. Sigue diciendo aquí: “una mujer vestida del sol”; el sol de justicia es el Mesías, es Cristo; esa mujer revestida de Cristo tiene que ver con la parte de la Iglesia; la parte de la iglesia, en esta mujer, es notada por la vestidura de sol. Pero la parte del Antiguo Testamento, porque esta mujer es una sola, que comienza desde los primeros justos en la época patriarcal, hasta el tiempo de la segunda venida de Cristo. Dice: “con la luna debajo de sus pies”; ella estaba parada sobre la luna; y la luna es la que refleja al sol; el sol es la realidad de Cristo en el Nuevo Testamento, pero la luna es la tipología. El Antiguo Testamento era una tipología; y por lo tanto, el Nuevo Testamento, Cristo y la iglesia, están parados sobre las promesas y la tipología del Antiguo Testamento. Por eso la mujer aparece parada sobre la luna, y la luna bajo sus pies. “Y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”. En cuanto a Israel, esas doce estrellas, como lo vio José en su sueño profético, eran los hijos de Israel; pero ¿quiénes van a reinar y a juzgar las doce tribus de Israel, y en las doce puertas, donde estarán los nombres de los doce hijos de Israel? son los doce apóstoles. El Antiguo Testamento se continúa con el Nuevo, y estas doce estrellas representan también a los apóstoles que juzgarán a las doce tribus de Israel. Pero dice el verso 2: “Y estando encinta”; esta mujer ha estado encinta; de este parto ya se hablaba; los profetas en el Antiguo Testamento ya hablaban de el; Miqueas ya hablaba: hasta que dé a luz la que ha de dar a luz; no sólo en el capítulo 5, sino también en el 4 ya lo había dicho. Israel era esta mujer en el Antiguo Testamento, esperando que le naciera el niño, el Mesías; y luego la iglesia ahora continúa en las labores de Israel; y Cristo se forma en la iglesia, y la iglesia también está esperando que le nazca Cristo. Que Cristo se forme en nosotros, para que estemos pronto a recibirlo en gloria y majestad. Por eso dice aquí: “Y estando encinta, clamaba con dolores de parto”; clamaba, no son esas molestiecitas primeras; no, clamó a gritos; son dolores fuertes, como sufrió Israel, y también sufre la iglesia. Israel, hasta que viniera Cristo, y la iglesia hasta que Cristo se forme para que El pueda venir. Porque cuando el grano está maduro, entonces enseguida se mete la hoz porque la siega ha llegado; la siega llega cuando el grano está maduro; nadie va a meter la hoz cuando el grano todavía está verde y biche; cuando el grano está maduro, entonces se mete la hoz porque llegó la siega. El grano maduro es cuando la vida del primer grano, que es Cristo, entró y formó la espiga, y llenó la espiga de granos; la espiga es la iglesia. Cuando la iglesia ha madurado en Cristo, ese es el día del desposorio, es el día del nacimiento del niño varón, es el día de la coronación, ¿amén? Entonces, aquí dice: “clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento”; para alumbrar, habrá dolores; para que el reino del Milenio se establezca, tiene que haber los dolores de la gran tribulación, de la persecución contra la iglesia, y de la maduración de la iglesia en Cristo, para que esté lista para recibirlo y entrar en su gozo, cuando El venga. Verso
3: “También apareció otra señal en el cielo”; por una parte, se ve el
reino de Dios; por otra parte, se ve el otro reino: “he aquí un gran dragón
escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos”; y luego dice en
Apocalipsis 17 que esas cabezas son los reinos de la bestia; las cabezas del
dragón se refiere a los principados demoníacos que influyen en las llamadas
civilizaciones. En Daniel 7 aparecen esas bestias; en Apocalipsis 13 y 17,
aparecen también las siete cabezas de la bestia, que se corresponden con las
siete cabezas del dragón; las cabezas del dragón son los principados; como por
ejemplo, el príncipe de Persia, que es aquel principado demoníaco que influía
en la llamada “civilización persa”. Cuando cayó el imperio Persa fue porque
primero fue derribado el príncipe espiritual, y después vino el de Grecia; y
por tanto, surgió el imperio Griego; esas son las cabezas del dragón. Los
enemigos de la Iglesia son los enemigos de Cristo, son los imperios mundiales,
la corriente de este siglo; ese es el dragón con sus cabezas, que son el reino
espiritual de las cabezas de la bestia. La bestia es el aspecto político de la
llamada entre comillas civilización; pero el Señor no la llama “civilización”;
por eso digo yo entre comillas; el Señor le llama “bestias”, o sea, brutales,
civilizaciones brutales que el Señor las tiene que comparar a bestias; ese es
el mundo, esa es la historia universal, la historia de las bestias. Pero hay otra historia, la historia sagrada, la de esta mujer con angustia, con dolores de parto, para dar a luz la simiente de la mujer: Cristo el Señor formándose en nosotros, para que estemos listos para recibirlo en gloria y majestad, porque El está a la diestra del Padre esperando que estemos listos. Dice: Siéntate a mi diestra, dijo el Padre al Hijo, hasta que ponga todos tus enemigos por estrado de tus pies. Esto es lo que está haciendo el Señor. Entonces dice allí: “y en sus cabezas siete diademas”. Eran coronados, así como el Señor es coronado; estos príncipes son coronados; la gente les sigue a ellos la corriente; los hombres les obedecen; por eso tienen diademas. Verso
4: “y su cola”, que le sigue, esa cantidad de ángeles caídos, “arrastraba
la tercera parte de las estrellas del cielo”; las estrellas son figura de
los ángeles; “y los arrojó sobre la tierra”; cada vez la tierra estará
más inundada del infierno, más inundada de cosas malignas; ¿no se han dado
cuenta ya? Cada vez más, porque en la pelea celestial, esos ángeles caen a la
tierra. “Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a
fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese.” Fíjense: cuando iba a
nacer Jesús, ahí estaba el imperio Romano representado en Herodes, y
mandó a matar los niños, ¿se dan cuenta? Entonces José, María y el niño
Jesús huyeron a Egipto; y después, cuando el niño había tenido unos añitos más,
tres años y medio después, regresaron a la tierra, y El llegó a ser el Mesías;
El lo era, pero llegó a ejercer su ministerio; ese es un primer aspecto. Pero ese niño, Cristo que nació de María en Belén, que vivió, murió y resucitó, ahora vive en la Iglesia; por lo tanto, el mismo dragón que persiguió a Jesús, persigue a la Iglesia. Nosotros tenemos que dar a luz en las narices de la persecución, porque el dragón se paró frente a la mujer, con el objetivo de devorar al niño cuando nazca. El mundo entero no sabe que está siendo dirigido por Satanás; y el objetivo de Satanás es esa mujer y ese niño; lo que él más odia es que Cristo se forme en nosotros, que Cristo tenga algo en la tierra que El pueda considerar suyo, y que nosotros en verdad le honremos a El. Eso es lo que menos quiere Satanás; y él va a hacer lo posible para lanzar su río y arrastrar a la mujer; pueden ser ríos de ejércitos en la persecución, y puede ser la corriente de este mundo que nos arrastre, porque ahí se habla de ese río. Verso 5: “Y ella dio a luz un hijo varón”. Cuando nació Cristo de María, que representaba a Israel, nació para después cumplir su ministerio; entonces ascendió a la vista de testigos y se sentó a la diestra del Padre. Por eso dice aquí: “un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones. Pero el Cristo que ascendió, es el mismo Cristo que nos sentó con El en lugares celestiales, es el mismo Cristo que se está formando en nosotros, es el mismo Cristo que dijo: el que venciere, se sentará conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono. Lo que se dio en Cristo, se está reproduciendo, y se tiene que reproducir en la Iglesia, para que también nosotros nos sentemos con El; pero para eso es necesario vencer. Y dice el verso 6: “Y la mujer huyó al desierto”, como María huyó a Egipto, y también como cuando el imperio Romano iba a tomar Jerusalén, los cristianos huyeron a Jordania; así también la Biblia dice que está reservado un lugar en Jordania para que se esconda el pueblo de Dios de aquellas tierras durante la gran tribulación. Si eso les parece raro, se los voy a leer por dos testigos. Daniel capítulo 11. La gran tribulación comienza a ser descrita en el capítulo 11 desde el versículo 31; allí se describe la segunda mitad de la septuagésima semana o septenario de la profecía de Daniel 9. En Daniel 9 hay setenta shabúas, sietes, semanas de años, o sea, septenarios, semanas de siete años; la última semana se divide en dos: la segunda mitad de la semana es el gobierno bestial del anticristo; o sea los últimos tres años y medio; eso es descrito desde que se establece la abominación desoladora que está en el verso 31 de Daniel 11; allí dice: “Y se levantarán de su parte tropas que profanarán el santuario y la fortaleza, y quitarán el continuo sacrificio, y pondrán la abominación desoladora”; o sea, el establecimiento de la abominación desoladora, la imagen de la bestia, ese es el momento de la plena gran tribulación, los tres últimos años y medio, la segunda mitad de la septuagésima semana o septenario de los setenta de Daniel. Verso 32: “Con lisonjas seducirá a los violadores del pacto”; los infieles a Dios serán seducidos por ese gobierno mundial, ese gobierno globalista hacia el cual todo está siendo dirigido ahora; “mas el pueblo que conoce a su Dios…”, gracias a Dios que, a pesar del anticristo, hay un pueblo que conoce a su Dios, que no estará en el cielo, sino en la tierra, esforzándose y actuando. Los que murieron sí estarán en el tercer cielo, pero aquí habla del pueblo que está en la tierra mientras el anticristo está gobernando; y dice: “…el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará. Y los sabios del pueblo instruirán a muchos; y por algunos días caerán a espada y a fuego…”; éstos todavía no están en el paraíso; los que quedan, los santos que quedan, serán perseguidos por 42 meses; entonces dice: “caerán a espada y a fuego, en cautividad (o sea cárcel) y despojo (los bienes) Y en su caída, (la caída quiere decir en la persecución, en el despojo, en la cárcel, en la muerte) serán ayudados de pequeño socorro, (o sea, el Señor los protegerá con una mínima protección), y muchos se juntarán a ellos con lisonjas (o sea, gente que no es fiel se mezclará, como pasó cuando Israel salió de Egipto; muchos se mezclaron con ellos, y no eran verdaderos, son sólo lisonjeros, apariencia) También algunos de los sabios caerán para ser depurados (porque se puede ser sabio y a la vez impuro; entonces hay que ser depurados) y limpiados (porque se puede ser sucio) y emblanquecidos (porque se puede ser sabio y manchado, y el Señor en su misericordia permite esta persecución para depurar, limpiar y emblanquecer), hasta el tiempo determinado; porque aún para esto hay plazo”. ¡Aleluya! Gracias a Dios que hay plazo para ser depurados, limpiados y emblanquecidos. No nos preocupe el método, nos interese el resultado, ¿amén? Y dice el verso 36: “Y el rey (o sea, este anticristo, este gobernante mundial) hará su voluntad, y se ensoberbecerá, y se engrandecerá sobre todo dios;” como describe Pablo al anticristo en 2ª a los Tesalonicenses capítulo 2, ¿verdad? “y contra el Dios de los dioses hablará maravillas, y prosperará, (pero no para siempre) hasta que sea consumada la ira”; hasta que Dios derrame las siete tazas de la ira. Verso 37; “Del Dios de sus padres no hará caso”; puede ser un israelita apóstata, porque si los judíos lo van a recibir como el Mesías, entonces tiene que ser uno de su pueblo; pero que no será una persona que cree verdaderamente en Dios; será un ocultista que cree en Satanás, un satanista, porque dice acá: “Del Dios de sus padres no hará caso, ni del amor de las mujeres…”; eso puede ser que no le importará que ellas lo amen o lo que ellas aman, lo que puede ser otra interpretación; “ni respetará a dios alguno, porque sobre todo se engrandecerá”; él se presentará como si él fuese Dios. Verso 38: “Mas honrará en su lugar…”; noten a quien va a honrar, al dragón, al diablo; escrito está que el dragón le dará su poder a la bestia, como dice Apocalipsis; y entonces dice acá en Daniel: “al dios de las fortalezas, dios que sus padres no conocieron”, ese es lucífer, dios con minúscula, “lo honrará con oro y plata, con piedras preciosas, y con cosas de gran precio. Con un dios ajeno (o sea, Satanás) se hará de las fortalezas más inexpugnables (porque Satanás ayuda a los que le sirven, por un rato; después los tortura, pero mientras tanto los usa) y colmará de honores a los que le reconozcan, y por precio repartirá la tierra” . Verso 39: “Pero al cabo del tiempo…” ¿por qué será que Venezuela y el tercer mundo están tan molestos por Europa y Estados unidos? Noten por qué: “al cabo del tiempo el rey del sur…”, corresponde al sur de Israel, que es el mundo musulmán y el tercer mundo; “…contenderá con él”. No es que va a vencer a la civilización del hemisferio norte, occidental, no, pero sí va a haber problemas, resistencia, contienda; “y el rey del norte…” que ya es Rusia, porque al norte de Jerusalén está Magog, y Mesec que es Moscú, “se levantará contra él”; o sea, habrá el Armagedón. Por una parte está el anticristo, pero también los del sur, los del norte y los de oriente (o sea China, Japón, Corea, etc.,) contenderán con él; van a converger en Israel para el Armagedón. Entonces dice allí: “se levantará contra él como una tempestad, con carros y gente de a caballos, y muchas naves; y entrará por las tierras, e inundará, y pasará”. Con carros, gente de a caballo y naves. Verso 40: “Entrará a la tierra gloriosa”; esa es Israel; “y muchas provincias caerán…” y aquí vamos a llegar a lo que les estaba diciendo: “mas éstas escaparán de su mano:” ¿Cuáles? ¿Cuáles van a escapar de la mano del anticristo? “Edom” que es el sur de Israel; ahí está todo el sur de Israel, que es Edom, “Moab”, que es la parte sur de Jordania; miren donde está Moab, de ahí del Jordán a la izquierda, al oriente; “…y la mayoría de los hijos de Amón”, que es al norte, donde está Amán, que es la capital de Jordania. Estas provincias escaparán de su mano: el sur de Israel, Moab y la mayoría de los hijos de Amón; o sea, Jordania y el sur de Israel. Ahora vamos al profeta Isaías, segundo testigo. Isaías capítulo 16. Todo el capítulo 15 y el 16 es una profecía de Isaías acerca de Moab; entonces Moab, ya vimos que es el sur de Jordania; entonces dice así en el capítulo 16, los primeros versos; dice Dios por Isaías: “Enviad cordero al señor de la tierra”; pero ¿a quién va dirigida esta profecía? Dice: Profecía sobre Moab que comienza en el capítulo 15; está hablando de Moab, el mismo Moab de que habló Daniel, ya hablaba ya antes Isaías; y ¿qué dice? “Enviad cordero al señor de la tiera, desde Sela del desierto al monte de la hija de Sion. Y cual ave espantada que huye de su nido, así serán las hijas de Moab en los vados de Arnón”. Arnón es uno de esos arroyos que descienden al Mar Muerto del lado oriental; y miren lo que le dice al gobierno de Jordania: “Reúne consejo, haz juicio; pon tu sombra en medio del día como la noche”; es decir, esconde, “pon tu sombra en medio del día como la noche; esconde a los desterrados, no entregues a los que andan errantes. Moren contigo mis desterrados, oh Moab; sé para ellos escondedero de la presencia del devastador (ese es el anticristo), porque el atormentador fenecerá, el devastador tendrá fin, el pisoteador será consumido de sobre la tierra”. Por eso el Señor Jesús les dijo: cuando vean Jerusalén rodeado de ejércitos, huyan a los montes; y los cristianos, cuando vieron el ejército de Tito y Vespasiano llegando, se fueron, ¿saben para dónde? Para Jordania; cruzaron los vados del Jordán y llegaron a Petra y a Pella, y se escondieron allá, ¿se dan cuenta? Volvamos a Apocalipsis 12, verso 6; todo esto es parte de la angustia y de los dolores de parto de los tiempos finales: “Y la mujer huyó al desierto…” así como hizo María, como hicieron los cristianos de la iglesia primitiva; también los que estén por allá, viendo todas las cosas cumplirse, y claro que los sefarditas estarán en el Neguev, que es lo que era Edom, y ustedes saben que me refiero a la profecía de Abdías. “Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días”. El atormentador fenecerá, escóndelos. Verso 7: “Después hubo una gran batalla en el cielo”. Después, fíjense, esta batalla donde aparece Miguel en Apocalipsis 12, es la misma dónde aparece Miguel en Daniel 12. Después de que describió lo que acabamos de leer, de la tribulación, a finales del gobierno del anticristo, no habrá antes un arrebatamiento, sino después de la tribulación. Hacia el final de la tribulación se levantará Miguel; y eso es lo mismo que dice Apocalipsis 12, como Daniel 12, : “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos”, como Satanás que se presentaba a acusar a Job ante Dios, “el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos (nuestros hermanos) le han vencido por medio de la sangre del Cordero (con la que sus pecados fueron limpiados) y de la palabra del testimonio de ellos ( el testimonio que ellos dieron de lo que Dios es, lo que les dio en Cristo y lo que somos en Cristo, cuando dieron la palabra del testimonio, ellos confesando a Cristo y lo que Cristo hizo y lo que somos en El) y menospreciaron sus vidas (la de sus almas) hasta la muerte”. Estuvieron dispuestos a morir; esos eran vencedores. Verso 12: “Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos” (porque ya la mayoría están allá) ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! (Ahí vienen las copas de la ira desde el capítulo 15 y 16, “porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo”. El sabe, él está engañando a la gente, pero él sabe que tiene poco tiempo. “Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón”, o sea, a Israel y a los cristianos. Dice el verso 14: “Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila” que dice ahí, esa gran águila es el mismo Señor; dice que el Señor, como gran águila, los tomó en sus alas, “para que volase de delante de la serpiente”, no detrás; hay que adelantársele a la serpiente, porque dice: si muerde la serpiente antes de ser encantada, de nada sirve el encantador; hay que adelantársele a la serpiente. Entonces dice: “para que volase de delante de la serpiente al desierto”; puede ser en avión porque hay que volar, “a su lugar, donde es sustentada por un tiempo (que es un año) tiempos (que son otros dos años, van tres) y la mitad de un tiempo” tres años y medio, la última semana y la segunda mitad de la última semana o septenario. Verso
15: “Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer…”, noten lo que el
diablo quiere hacer, arrojar “agua como un río, para que fuese arrastrada
por el río”; puede ser persecución, o pueden ser las porquerías de este
mundo, que es la corriente de este mundo, un río para arrastrarnos. “Pero la
tierra (gracias a Dios) ayudó
a la mujer”; la tierra es nuestra aliada, incluso con terremotos; los
terremotos son nuestros aliados, porque miren lo que dice: “la tierra abrió
su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca. Entonces el
dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto
(el resto es el remanente, los últimos que quedan) de la descendencia de
ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de
Jesucristo”. Este es el momento del parto final de esta mujer, la angustia
de la mujer; dio luz a Cristo y ahora Cristo se forma en nosotros y nos espera
la gloria, pero pasando a través de estos dolorcitos previos y pasajeros. Vamos a dar gracias al Señor, no sólo por lo de hoy, sino porque hoy terminamos esta serie. Padre: en el Nombre de Jesús, te agradecemos esta oportunidad que nos diste de considerar estas cosas; concédenos masticarlas de nuevo, digerirlas, que produzcan efecto espiritual en nuestra vida, que nos encaminen y que sean armas de nuestro testimonio para presentarlo al mundo, a las naciones, a las demás personas, en el Nombre del Señor Jesús; amén!. Oración
de la trascriptora: Padre
amado: Al finalizar hoy la transcripción de esta serie, yo también quiero darte
infinitas gracias por haberme concedido este privilegio, esta gracia, con el
deseo grande de que estos mensajes sean útiles para la edificación de Tu casa.
Te ruego que aprovechemos al máximo lo que nos has enseñado a través de ellos,
y que ésta, Tu palabra, corra y circule entre los demás miembros de Tu cuerpo,
para que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de
Dios. Sólo agradecerte, porque de ti viene la disposición y la fortaleza para
realizar este pequeño trabajo. Todo sea para Tu gloria y Tu alabanza, amén!
Gino
Iafrancesco V., 23/VI/2006, Bogotá D.C., Colombia. |