Calendario
ApúntateCategorías
Archivos
Sindicación |
Mayo del 2008EL SEÑOR Y SUS SIERVOS
Por Gino Iafrancesco V. - 29 de Mayo, 2008, 23:16, Categoría: General
EL SEÑOR Y SUS SIERVOS Por: Gino Iafrancesco V. Del Pequeño Apocalipsis Sinóptico.- Hermanos, buenas noches. Que la paz del Señor Jesús sea con todos. Con la ayuda del Señor, llegamos hoy al penúltimo capítulo de la serie de los misterios del reino de los cielos en las parábolas del Señor Jesús. Hoy estaremos considerando la última parábola incluida en el llamado Pequeño Apocalipsis Sinóptico, que es aquel discurso escatológico del Señor Jesús, saliendo del templo de Jerusalén, descendiendo al torrente de Cedrón, y subiendo hacia el monte de los Olivos, donde se sentó y continuó respondiendo a sus discípulos. Ese Pequeño Apocalipsis Sinóptico es llamado así porque se encuentra en los tres evangelios sinópticos: está en el capítulo 24 de Mateo, es también registrado en el capítulo 13 de Marcos, y como Lucas a veces organiza las cosas con un criterio más temático que cronológico, él tiene porciones en los capítulos 12, 17 y 21 de su evangelio. Lo que vamos a ver hoy, se encuentra solamente en Marcos; Mateo no lo menciona de la misma manera que Marcos, ni tampoco Lucas, sino que esta parábola se encuentra solamente en Marcos; pero fue pronunciada, como estamos diciendo, en la ocasión de este discurso escatológico llamado el Pequeño Apocalipsis Sinóptico, dos días antes de la pascua. Nos queda después una parábola, ya hacia el día mismo de la pascua; pero ésta que veremos, Dios mediante, hoy, fue dicha dos días antes, en el contexto que estamos diciendo. Vamos al capítulo 13 del evangelio de Marcos, y vamos a leer los últimos versos de este capítulo; voy a leer, para tomar el contexto, desde el versículo 31, y vamos a seguir hasta el versículo 37; podríamos llamarle: la parábola del Señor y sus siervos, para resumir; realmente merecería un título más largo, pero basta con éste. Leo primero de corrido, y con la ayuda del Señor después volvemos sobre nuestros pasos para comentar un poquito, para meditar un poquito en lo que leímos. Marcos
13, desde el 31 hasta el 37, leyendo el inmediato contexto: “El cielo y la
tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero de aquel día (porque eso era lo que El venía
diciendo durante todo el discurso escatológico; eso era lo que le habían
preguntado sus discípulos, y ese era el tema, cuando sería su venida, qué
señales habría de ella, etc.; y El estuvo explicándolo; entonces dice:) de
aquel día y de la hora nadie sabe, ni aún los ángeles que están en el cielo, ni
el Hijo”. El Hijo, en Su
divinidad es omnisciente, sabe todas las cosas; pero debemos recordar que El se
vació a Sí mismo, tomó forma de siervo, se hizo hombre, y se sometió a la
condición de hombre, a la condición de siervo; entonces, El está hablando en
este momento antes de Su glorificación, y está hablando en Su humillación. Por
eso también, en el libro de Hechos de los Apóstoles, en el primer capítulo,
cuando los discípulos le preguntan: Señor,
¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? El respondió: No os toca a vosotros saber los tiempos y
las sazones, o sea los kronos y los kayrós, que el Padre puso en su sola potestad. Entonces
dice aquí en Marcos: “ni aún los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo,
sino el Padre. Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuando será el tiempo. Es
como (o sea, en este
contexto, ya terminando, según el testimonio de Marcos, este Pequeño
Apocalipsis Sinóptico, El empieza con esta parábola: Es como, o sea, es semejante a, como El suele comenzar sus parábolas)
Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus
siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase. Velad, pues,
porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la
medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de
repente, no os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo:
Velad”. Comenzando la parábola.- Aquí el Señor da unos datos que no recordaron bien Mateo ni Lucas, aunque ellos recordaron otros aspectos; al leer esto, nos recuerda aquellos aspectos que recordaron Mateo y Lucas; pero aquí hay unos detalles que no aparecen en Mateo ni en Lucas, lo mismo que, viceversa, hay cosas que no aparecen en Marcos que sí aparecen en los otros; pero valdría la pena tomar éstos que aparecen en Marcos en este contexto. Vamos
a comenzar de nuevo a masticar un poquito desde el verso 34, porque realmente
allí es donde comienza la parábola; quise leer desde el 31, para tomar el
contexto inmediato; pero la parábola propiamente, aunque aquí no es llamada
parábola, por el hecho de decir: es como,
ahí nos damos cuenta de que es una parábola. Hombre yéndose lejos.- “Es
como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa”; lógicamente que este hombre es el Hijo
del Hombre; es el Señor Jesús. La vez pasada recordábamos, viendo la profecía
de Miqueas en el capítulo 5, especialmente en el versículo 3, que se nos habla
de dos venidas del Mesías: una primera venida, pero que nos dejaría, ¿verdad?,
hasta que diera a luz la que tenía que dar a luz; no nos dejaría para siempre,
sino hasta que…; o sea, El volvería; está implícita la segunda venida del Señor
allí. Es lo mismo que dice acá: “Es como el hombre que yéndose lejos”; realmente
esta palabra “lejos”, es bien lejos,
porque, en el caso del Señor Jesús, se fue a la diestra del Padre, a donde
nadie puede llegar sino El mismo, y los que El mismo lleve y siente con El
en Su trono, los vencedores; el lugar más lejos. Dejando su casa.- “Es
como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa”; lógicamente que esta casa
aquí se refiere a la Iglesia; la Iglesia es la casa del Señor; entonces, El
dejó Su casa; cuando El ascendió a la diestra el Padre, en la tierra quedó la Iglesia;
y la Iglesia quedó en la tierra con una misión. El dijo: Padre, no pido que los saques del mundo, sino que los guardes del mal;
¿por qué que no los saques del mundo?
porque Yo los he enviado al mundo,
los he enviado al mundo; el Señor podría, tan pronto recibiéramos al Señor,
inmediatamente llevarnos; y así lo ha hecho con algunas personas que a última
hora lo reciben, y el Señor se las lleva; gracias a Dios son salvas,
eternamente salvas, porque la salvación depende de la gracia del Señor, y no de
las obras de ellos; ahí es la salvación la que está en el asunto. Cuando
se trata del reino, ya es algo diferente; ahí sí tienen lugar las obras de los
salvos; los salvos no obran para salvarse, sino que porque son salvos, obran; y
esas obras tendrán una recompensa adicional a la salvación. Y entonces aquí, al
dejar Su casa, El dejó Su casa con una misión, que será recompensada; pero El
aquí quiere llamarnos la atención a la vigilancia; y dice algunas cosas que
tienen que ir juntas con la vigilancia; o sea, debemos vigilar haciendo ciertas
cosas. Son varias las parábolas que nos hablan de la vigilancia. Vimos la parábola de los siervos vigilantes,
que está en Lucas 12, la parábola que continúa, la del mayordomo fiel o infiel, la
parábola de las diez vírgenes, la
parábola de los talentos, y como
ladrón en la noche, que aquí está también relacionada; y ésta del Señor y
sus siervos. Dando autoridad.- Entonces dice: “dejó su casa y dio autoridad…”; es interesante que aquí mencionó la palabra “dejar” y luego “dar autoridad”; hubiera podido decir: dio autoridad a sus siervos y dejó su casa, ¿verdad? Pero realmente es como dijo el Señor Jesús; dice así: “yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos”. El, cuando estaba aquí, le dijo a la Iglesia: he aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones; id y predicad el evangelio a toda criatura, y todas esas cosas; pero les dijo: Esperad en Jerusalén hasta que seáis investidos de poder de lo Alto. Este orden que aparece aquí en la parábola es el mismo orden que aparece en Efesios capítulo 4; me gustaría que lo miráramos, porque se trata exactamente de lo mismo; lo que se habla en Efesios 4, y lo que habla esta parábola en Marcos 13, es exactamente lo mismo. Dice el capítulo 4 de Efesios, desde el verso 10: “El que descendió…”, ese es el Verbo que se hizo carne y vino, descendió del cielo, de la gloria, a la tierra, y de la tierra bajó a las partes más bajas de la tierra, a las partes inferiores; o sea, al Seol, que es el Hades, y al Tártaro; y luego resucitó, apareció y ascendió a lo más alto, por encima de todos los cielos. Entonces dice: “El que descendió es el mismo que también subió por encima de todos los cielos…”; ese es el hombre que se fue lejos, “subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Y él mismo (aquí en esta versión de Reina y Valera dice la palabra: constituyó; la palabra griega es edoken, o sea, dio, Dios dio, Cristo dio siervos a la Iglesia, y también dio autoridad a los siervos; entonces, la palabra es dar) él mismo dio a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la media de la estatura de la plenitud de Cristo”. Esto que dice Pablo aquí, se relaciona con lo que acabamos de leer del Señor Jesús: “Es como un hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos”; el Señor Jesús dio autoridad a sus siervos. Cuando apareció resucitado, nos cuenta Mateo en el capítulo 28, al final de su evangelio, y dice que El se apareció, aunque algunos dudaban; se los encontró El en Galilea, y les dijo: Toda potestad me es dada en los cielos y en la tierra. Id, por tanto, y haced discípulos a todas las naciones; o sea, toda potestad me es dada; ahora id, y por tanto, haced discípulos, bautizándolos en el nombre de Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; o sea, cuando el Señor nos da Su Nombre, quiere decir que nos da Su autoridad. Hay una distinción entre autoridad y poder. Autoridad es la representación del poder; el Señor tiene el poder, pero El nos delegó la autoridad, o sea Su Nombre. Autoridad y poder.- Voy
a darles un ejemplo: Un policía de tránsito se para en una esquina de una
avenida; él no tiene poder para frenar una tremenda tractomula que llega al
semáforo; pero él tiene la autoridad; es decir que él, por causa del
uniforme, está representando a la nación;
y la nación sí tiene el poder; si esa tractomula pasa por encima del policía,
ya no se va a enfrentar meramente a un solo policía, sino a muchos policías, y
no solamente con un pito, sino con ametralladoras, con helicópteros; es decir,
con todo lo que se haga necesario lo van a agarrar, y lo van a someter. Entonces
aquel policía actúa con autoridad; él no tiene el poder, pero él tiene la
autoridad; quien tiene el poder es aquel que le delegó la autoridad, ¿ven? El
que le delegó la autoridad es el que tiene el poder; entonces el policía le
dice al camión: pare, y el conductor del camión obedece a la autoridad, porque
sabe que si desconoce a la autoridad, se encontrará con el poder; ¿se dan cuenta?
Y
el poder no necesita aparecer todavía; el poder aparecerá después. Dios tiene
poder para echar en el infierno, con cuerpo y con alma. Hoy casi todo el mundo
rechaza a la autoridad, y se burla, y dice cualquier cosa; pero el Señor juró por
Sí Mismo que delante de Él se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará Su
Nombre; ahora ellos pueden hacer lo que quieren, burlarse, hacer sus señales
diabólicas, etc.; pero, porque no han conocido el poder, están desconociendo la
autoridad; un día se encontrarán con el poder; la mano dura del Señor vendrá;
como dice, por ejemplo, que acontecerá con aquellos de la sinagoga de Satanás
que menosprecian a la iglesia en Filadelfia; y el Señor dice: Yo haré que vengan y se postren delante de
ti y reconozcan que yo te he amado; o sea, cuando la iglesia estaba dando
testimonio, la iglesia en Filadelfia, aquella sinagoga de Satanás desconocía
ese testimonio, desconocía la autoridad, y se burlaban; es porque Dios está
callado, y en otros pasajes proféticos dice Dios: Hasta ahora he estado callado, pero gritaré como la que está de parto;
o sea que Dios deja que los hombres hagan, pero no para siempre; un día El
actuará. Entonces le dice a la iglesia en Filadelfia al respecto de la sinagoga
de Satanás: Yo haré que vengan y se
postren delante de ti y reconozcan que yo te he amado; ahí ahora el
enfrentamiento será con el poder; o sea, cuando la mano de Dios viene sobre la
cerviz de las personas. El sabe como doblegar nuestra cerviz, como quebrantarla;
viene con poder y nos somete, y nos hace reconocer, y confesar lo que no
queríamos; porque Dios juró, y juró por Sí Mismo que toda lengua confesará Su
Nombre y toda rodilla se doblará delante de Él. Ese es el poder; pero antes de
venir el poder, que es la palabra “dinamis”,
viene la palabra “exousía”, que
quiere decir en griego: autoridad; o sea, la delegación de autoridad. Entonces dice aquí el Espíritu Santo, que el Señor envió a Sus siervos; o sea, a toda la Iglesia; porque no hay ningún miembro de la Iglesia que no sea siervo de Dios; los siervos de Dios no son sólo algunos; no son sólo los apóstoles, o los pastores, o los profetas; ¡no!; todos los hijos de Dios son siervos de Dios, y a todos Dios les dio autoridad; les dio, como decir, el uniforme de la policía para que represente el orden en la nación. Una cosa es el poder; a veces usted dice: pero es que no siento poder; es que usted tiene que entender que el poder es del Señor; a usted se le ha dado autoridad; usted tiene que tener fe, y hablar con autoridad que el Señor es el que tiene el poder; no es usted el que va a amarrar a los demonios; es el Señor el que lo va a hacer; pero El está esperando que usted lo diga. Un
hermano, que se llama Roland Buck, escribió un libro llamado “Angeles en
misiones especiales”; él escribe un testimonio, porque a él se le aparecieron
ángeles, y dos ángeles que se le aparecieron a él, le contaron la anécdota de cuando
ellos estuvieron en tiempos de Moisés; que Dios les había dado la orden a
ellos, de que cuando Moisés dijera: Levántate
Yahveh, y sean esparcidos tus enemigos, ellos entraran. Entonces, la clave
era la palabra de Moisés; la palabra de Moisés era una palabra de autoridad; él
decía: Levántate oh Yahveh, y sean
esparcidos tus enemigos; y allí, detrás de la autoridad, entraba el poder;
venían los ángeles y actuaban. Entonces, con Dios está el poder, y con nosotros
está la autoridad. Cuando
tú hablas en el nombre del Señor, tú no tienes que gritar, o hacer fuerza, a
menos que el mismo Espíritu te haga levantar, a veces, la voz; pero no es
necesario forzarla, sino hablar en el mismo tono que te dé el Espíritu; el que
respalda esa palabra es el poder de Dios; la autoridad es respaldada por el
poder; inclusive por señales y maravillas que Dios hace; nosotros no hacemos
milagros. ¿Quién les dio este poder? preguntaba aquel Simón mago; y también los
otros pensaban así; pero los apóstoles decían: ¿acaso piensan que fue con nuestro poder que hemos hecho algo?
No, no fuimos nosotros; el Nombre del Señor fue el que lo hizo; el que
tiene el poder es el Señor; Suyo es el poder; pero El dio autoridad; la
autoridad es la representación. El dijo: el que a vosotros recibe, a Mi me recibe; y el que me recibe a Mi, recibe al que me envió; o sea, al Padre; y a la vez también dijo: el que a vosotros rechaza, a mi me rechaza; por eso es delicado rechazar a los hermanos, y rechazar la función del ministerio de los hermanos. A veces nosotros decimos: Este hermano no me gusta; ¡ay! Si Dios le dio algo a él, entonces hay algo de Cristo que no me gusta entonces; nosotros, a veces, tenemos nuestros favoritos; pero nuestro favorita debe ser la plenitud de Cristo, Cristo en plenitud en todo Su cuerpo; y recibir, y no menospreciar a ningún pequeñito. El Señor dijo: el que recibe un pequeñito en mi nombre, a mi me recibe; y El dijo: Y el que a vosotros rechaza, a mí me rechaza, y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió; entonces, el Señor dio autoridad a Sus siervos. En Su Nombre.- Cuando
El dijo: id y haced discípulos
bautizándolos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, eso no
es meramente una fórmula. Algunas personas se ponen a discutir; bueno, parece
que Mateo 28 se contradice con Hechos 2:38, porque Mateo 28 dice que hay que
bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y Hechos 2:38
dice que es en el nombre del Señor Jesucristo. No es una contradicción; Mateo
28 le habla a los que van a bautizar, a la iglesia; hacer discípulos y
bautizarlos; o sea, está hablando de la autoridad que tiene la Iglesia; el
Padre envió al Hijo en Su Nombre; el que recibe al Hijo, recibe al Padre; y
luego el Hijo envió al Espíritu Santo, y a la Iglesia en su Nombre. El Espíritu
Santo y la Iglesia, porque el Espíritu Santo está en el vehículo de la Iglesia;
viene en el nombre de Jesucristo. Entonces, el Padre tiene autoridad y poder, y envió al Hijo que lo represente; y el Hijo es la exacta representación del Padre, es la hipóstasis, el carácter de Su hipóstasis, como dice Hebreos 1:3, la exacta reproducción de Su hipóstasis o subsistencia; y luego el Hijo a la vez dice: Padre, la gloria que me diste, yo les he dado; como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo; el que a vosotros recibe, a mi me recibe. Entonces, ahora, la Iglesia, por el Espíritu Santo, no viene en su propio nombre; la Iglesia viene en el nombre del Espíritu Santo, porque el Espíritu es el que mueve a la Iglesia, el Espíritu es el que arregló las circunstancias para que usted testifique; no es solamente usted el que está testificando; recuerde que usted lo está haciendo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; no es usted solo; es el Padre actuando a través del Hijo, y el Hijo actuando a través del Espíritu, y el Padre, el Hijo y el Espíritu, actuando a través de usted, a través de la Iglesia, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En
Hechos dice: Arrepentíos y bautícese cada
uno de vosotros en el nombre del Señor Jesucristo…; no hay contradicción; ahí
ya no le está hablando a la Iglesia que va a bautizar, sino a los que van a
bautizarse; los que se van a bautizar van a ser identificados en la muerte y
resurrección de Jesucristo; van a ser bautizados en el nombre del Señor
Jesucristo, para morir con Cristo y resucitar con Cristo; pero ¿quién tiene
autoridad de hacer eso con la gente, presentarles el evangelio, el ministerio
de la reconciliación? La Iglesia. Está escrito que nos fue confiado el
ministerio de la reconciliación, como si Dios rogase por medio de nosotros: Os
rogamos, en nombre de Cristo, reconciliaos con Dios. La
iglesia nunca debe olvidar que le fue dada autoridad, que le fue dado el Nombre
del Señor, y que el Señor, cuando se compromete con algo, El está pendiente y
El está atento a lo que usted está diciendo; y lo que usted está diciendo se le
va a contabilizar en el día del juicio a esa persona; ¡Ay de esa persona que no
se da cuenta de que Dios está hablando a través de usted! Ese fue el error que
cometió Josías. El rey Josías fue un gran rey; y los reyes buenos duraron mucho
tiempo, según la Biblia; pero Josías duró poco tiempo por un error; él no se
dio cuenta de que Dios le estaba hablando por medio del faraón Necao. El faraón
Necao le dijo a Josías, que salió aliado de Babilonia, a defenderla de Egipto;
y le dice Necao de Egipto: ¿Qué problema tengo contigo Josías? Yo no vengo a
pelear contigo; yo vengo a pelear contra Babilonia. Pero Josías no entendió que
Dios le estaba hablando por medio de un pagano; porque a veces Dios usa a los
paganos para reprender a los creyentes; porque los paganos, los incrédulos,
esperan que los creyentes sí vivan como dicen; pero ellos no; los paganos
quieren vivir como se les da la gana. A mí no me vengan con eso de no robar, no
fornicar, no matar, no mentir; eso es para los creyentes; pero los paganos, los
incrédulos, esperan que por lo menos los creyentes sí obedezcan eso; ellos
saben que los creyentes tienen un testimonio que por lo menos ellos debieran
obedecer; porque su conciencia les dice que si uno da un testimonio, debe ser
consecuente con él. Entonces, los creyentes tienen autoridad, tienen una representación. No es necesario que usted sienta algo raro, sienta que se le paran los pelos; a veces se le paran a uno los pelos; sí, a veces uno siente corrientazos y todo; pero eso no es necesario; eso, a veces, sucede; sí, pero es por la fe; usted, cuando hable, tiene que hablar en el Nombre del Señor; no es usted solo: Jesús dice: Os envío como ovejas en medio de lobos; vayan y hagan discípulos en las naciones, y bautícenlos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. O sea, no son ustedes solos los que lo están haciendo; es el Padre el que está haciendo eso; pero ¿cómo lo está haciendo el Padre? Por medio del Hijo; y ¿cómo lo está haciendo el Hijo? Por medio del Espíritu Santo: y ¿cómo lo está haciendo el Espíritu Santo? Por medio de la Iglesia, por medio de usted. Imagínese a un policía todo flaquito, al que una tractomula de esas lo dejaría como una estampilla; pero él sabe quién es, y lleva un uniforme, y cuando pita, cualquier chorrera de tractomulas tiene que parar; ¿se dan cuenta? Y la gente que tiene respeto a la autoridad, aunque sea flaquito el policía, ve que no se trata solo del policía, sino que es el orden del país el que está representado en ese policía. ¿Se dan cuenta de por qué es que hay que respetar al policía de tránsito y a todos? hay que respetar a la autoridad porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido constituidas. Entonces uno no debe confundirse con lo flaquito y bajito que es el policía; él está representando el orden en tu Patria. Y lo mismo acontece con la Iglesia; no eres tú solo, no importa cuán flaquito seas; lo que importa es en nombre de quien estás ahí; ¿acaso no dijo Jesús: el que reciba a un niño en mi Nombre, a mi me recibe?, y no quedará sin recompensa; y a la vez, el que lo rechaza, no sabe a Quien está rechazando. Cuando
Dios envió a Samuel, y la gente rechazó a Samuel, ¿qué le dijo Dios a Samuel? Samuel, no te han rechazado a ti, sino a mi
es a quien han rechazado; rechazar a Samuel era rechazar a Dios; eso quiere
decir que Dios dio autoridad a Sus siervos; cada hermano debe comprender que,
al nacer de nuevo, y ser un hijo de Dios, tiene la autoridad del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo para testificar lo que sabe, aquello que creyó, que
lo hizo salvo, que Jesús es el Hijo de Dios, que vino del cielo, y vivió una
vida perfecta como hombre, y murió por nuestros pecados, resucitó, ascendió y
va a volver; y por la fe en El, se es perdonado de los pecados. Algo que se
dice en medio minuto, sin embargo es lo más valioso que se puede decir en la
tierra. Eso es lo que todo el mundo necesita para ser salvo; y si no se reciben
esas palabritas de 40 segundos, se van para el infierno eternamente. Usted
puede ser la persona más simple, pero puede decir la verdad más grande en un
minuto; y a veces no es necesario dar tantas vueltas, sino ir directo al grano.
Ese paso que la persona va a dar parece el más pequeño, pero a la vez es el más
grande. Creyó, aceptó, recibió al Señor, y casi no se dio cuenta; pero algún
día va a comprender qué paso dio; a aquella vera del camino estaba hundido, pero
aquí está salvo; aquella mitad se hunde, pero esta mitad está firme. Quien está
en Cristo, fue trasladado al reino del Amado Hijo de Dios, y está firme; pero el
que continúa en sí mismo, en sus pecados, está perdido para siempre. Entonces, la Iglesia, hermanos, tiene autoridad; Dios le dio autoridad; esa es una primera parte; pero dice la parábola algo más: “dio autoridad a su siervo”; no hay siervo de Dios que no tenga autoridad; es un miembro de autoridad; y por lo tanto, tiene autoridad; lo que ataréis en la tierra, será atado en el cielo; lo que desataréis en la tierra, será desatado en el cielo. Si dos de vosotros se ponen de acuerdo acerca de algo, eso que ustedes aten, Dios lo considera atado en los cielos; lo que ustedes desaten, Dios lo considera desatado en los cielos; eso es autoridad. Ilustraciones.- Recuerdo una vez, y el Señor me pone a contarlo, que eran tiempos antiguos aquí mismo en Colombia; antiguos de mi vida, no de Colombia; estábamos por ahí por los años 1985 u ’86; orábamos un grupito de cuatro o cinco hermanos; nos reuníamos a orar por distintas cosas los sábados a la tarde; y a las tres de la tarde orábamos por ahí hasta las cinco o seis, pidiendo cosas. Hermanos, lo que pedíamos ese sábado, no necesitábamos esperar al otro sábado; ya en esa semana el Señor contestaba. Por ahí una vez le dijimos: Señor, no queremos que haya programas de brujos en la radio; atamos en el Nombre del Señor Jesucristo los programas de brujos; éramos solo como cuatro hermanos; el jueves siguiente a la oración, antes del otro sábado, la Alcaldía Distrital prohibió los programas de brujos en la radio; pero nosotros lo prohibimos primero orando, y después obedeció el Alcalde; nosotros tenemos la autoridad, el Señor tiene el poder y sucedió. Lastimosamente dejamos de orar por eso, y volvieron a aparecer después; así que hay que seguir cerrando muchas cosas. Por eso las reuniones de oración, ya sean de dos o tres, son importantes, porque la Iglesia tiene la autoridad. Recuerdo que una vez, no voy a decir el nombre, para no deshonrar a la persona, porque no es mi deseo deshonrar a nadie; pero había un político que era de esos terribles, de esos que hablan y encienden, queman, y destilan veneno de aquí para allá; una situación muy difícil; y nosotros dijimos: Señor, derribamos a este hombre; pero no pensamos que se iba a caer del helicóptero; nosotros pensábamos que lo íbamos a tumbar de la política, pero esa semana se cayó su helicóptero y murió; decíamos: Señor, te pedimos que pongas personas que teman a Dios allí, personas que tengan temor de Dios y amor de patria; pon a esos y quita a los otros; y el Señor fue respondiendo y haciendo cosas; la Iglesia tiene autoridad; en lo que dos o tres de vosotros se pongan de acuerdo en la tierra, en el cielo eso queda atado; y si se desata, queda desatado; eso es autoridad. La obra del ministerio.- Ahora, hay otra cosa que también nos fue encomendada, además de autoridad; dice: “y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra”; esa es otra frase importante: “a cada uno su obra”. Hay la obra en general, o sea la obra del Señor en general, y la obra de cada uno; la obra de cada uno es parte de la obra en general. Acabamos de leer Efesios 4 donde decía que el que descendió, que es el Señor en Su encarnación, sepultura, viaje a ultratumba, El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo, y El mismo dio a unos apóstoles; a otros profetas; a otros evangelistas; a otros pastores y maestros; ¿para qué los dio? Para perfeccionar a los santos; y ¿para qué? ¿Perfeccionarlos para sus negocios, para su vida familiar, para su vida devocional? Sí, eso está incluido, pero no es sólo eso. Hoy muchos santos piensan que solamente los predicadores tienen que trabajar para Dios, y que les enseñen a ellos como ser buenos maridos, como ser buenas esposas, como ser buenos hijos, buenos ciudadanos; claro, eso está bien, eso también está incluido; tenemos que ser buenos ciudadanos, esposos, padres o hijos, patronos o trabajadores; tenemos que ser buenas personas; la palabra nos enseña eso; pero dice que el ministerio del Nuevo Pacto ha sido dado a la Iglesia para perfeccionar a los santos para la obra del ministerio. Los santos para la obra del ministerio; todos los santos, todos los hijos de Dios, están involucrados en la obra del ministerio; la obra del ministerio es una obra en singular, es la obra macro del Señor, que es la edificación de un cuerpo para Cristo; edificar el cuerpo de Cristo hasta la plenitud de Él; esa es la obra del ministerio; todos los hijos de Dios, todos los santos, estamos involucrados en esa macro obra; esa es la obra macro de Dios; por eso se habla en singular, la obra del ministerio; el Señor es uno solo, entonces el plano es uno solo, el Espíritu de Dios, el agente, es uno solo, y por lo tanto, como el Señor es uno solo, y el Espíritu es uno solo, el cuerpo de Cristo es uno solo, y la obra del ministerio es una sola; no hay muchas obras en lo general; en lo general, la obra del ministerio es una sola. Cualquier persona que esté en Espíritu, y que esté en el ministerio del Nuevo Pacto, de la Nueva Alianza, en el ministerio del Espíritu, es una persona que va a colaborar con el propósito eterno de Dios, y con la edificación del cuerpo de Cristo, y no va a estar haciendo obras aisladas, desvinculadas del objetivo, desvinculadas de la comunión del cuerpo, y aisladas en división; ¡No!, sino vinculadas en Espíritu, edificando un solo cuerpo, velando para que ese cuerpo único sea edificado en todo lugar; todos los santos somos llamados a eso; y el trabajo de los apóstoles, de los profetas, de los evangelistas, de los pastores y maestros, es perfeccionar a los santos para hacer la obra del ministerio, de edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos, que no pare, hay que seguir en esa obra, la obra en singular, la única obra que Dios está haciendo en la tierra; la obra de Dios, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; o sea, la obra de Dios consiste en llevar a todo el cuerpo de Cristo a la plenitud de Cristo; esa es la obra, y todos estamos involucrados en la misma obra, todos tenemos el mismo Señor, el mismo Espíritu, pertenecemos al mismo cuerpo, y hacemos la misma obra en lo macro; pero esa obra grande tiene obras pequeñas subordinadas a la grande. Digamos,
si la obra de un arquitecto es construir una casa para alguien que lo
contrató para construirle una casa, un arquitecto, un ingeniero,
bueno, esa es la obra; hay que construir esta casa para este dueño; pero uno se
encarga de sacar la tierra y poner los cimientos, otros se encargan de poner
las piedras, otro se encarga de levantar los muros, las principales vigas, las
principales planchas, otro se encarga de las paredes, otro se encarga de
revocar, otros se encargan de pintar, otro se encarga de limpiar, otro se
encarga de hacer las instalaciones eléctricas, poner los bombillos; es decir,
la obra es una sola, pero uno es el electricista, otro es el plomero, otro es
el maestro albañil, otro es el pintor, etc. etc. Entonces, así como la Biblia
habla del reino de Dios, y el misterio del reino está compuesto por capítulos,
el misterio el reino se compone de los misterios del reino, el misterio de Dios
se forma de los misterios de Dios, y la obra de Dios, la obra del ministerio,
de edificar el cuerpo hasta la plenitud de Cristo, está distribuida en la obra
de cada uno; cada uno de los hijos de Dios, de las hijas de Dios, de los
miembros del cuerpo, tiene una obra micro que está relacionada con la obra
macro de Dios; cada cosa pequeña que yo hago tiene que hacerse en el Espíritu y
en la trascendencia, vinculada con la obra macro; no debo hacer nada micro que
contradiga o estorbe lo macro; lo micro que hago debe ser en virtud de lo macro;
a cada uno le dio su obra. La obra de cada uno.- Entonces hice este preámbulo de la obra del ministerio, para que sirva de fundamento de la obra de cada uno; entonces la parábola lo que dice es: a cada uno dio su obra; esa palabra “dio”, ya la había dicho antes: “dio autoridad”; y está implícita; a cada uno su obra, a cada uno dio su obra. Entonces, hermanos, a cada uno dio su obra; puedes ponerte tu nombre, tu apellido, si quieres el segundo nombre, el segundo apellido, y la cédula; ese eres tú; tú particularmente tienes de Dios una obra que hacer. Dice
la Escritura, y ustedes lo recuerdan, pero a los que no lo recuerdan, podemos
leerlo en Efesios capítulo 2, por los más nuevos, y voy más despacio. Efesios,
capítulo 2; vamos a leer desde los versos 8 al 10: “Porque por gracia…”, no
es por obras, es sólo por gracia, “por gracia sois salvos por medio de la fe”;
el evangelio es que somos salvos por la fe en el Señor Jesucristo, el Hijo
de Dios, quien murió por nuestros pecados, resucitó, ascendió y es el
Señor; la esencia del evangelio, por fe; “por gracia sois salvos por medio
de la fe”; ese es el piso, el fundamento de la salvación; “y esto no de
vosotros, pues es don de Dios”; pero explica: “no por obras, para que
nadie se gloríe”; o sea que las obras nuestras nada tienen que ver como
base de la salvación, pero ahí no terminó Pablo, porque ahí no terminó el
Espíritu; el Espíritu siguió hablando en el siguiente verso: “Porque somos
poema suyo (esta palabra
que aquí se tradujo hechura, es la palabra que en griego quiere decir: poema,
una obra maestra de Dios; lo que aquí se tradujo hechura es la palabra griega
que significa una obra maestra. Entonces
miren lo que dice, vamos a traducirlo así; “somos obra maestra suya, creados
en Cristo Jesús (esa es la
salvación, creados en Cristo, pero ¿creados para qué? no por las buenas obras,
no por eso; sino que es por la fe, pero para…,) creados en Cristo Jesús para
buenas obras”; o sea, ningún hijo de Dios nació de nuevo sin sentido; cada
hijo de Dios nació de nuevo, y fue reclutado en la casa de Dios, en el ejército
de Dios, para la obra de Dios; y cada uno tiene su obra; entonces dice: “para
buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en
ellas”; entonces, fíjense en esa expresión: Dios preparó de antemano las
buenas obras de los salvos; no son buenas obras para que sean salvos; ¡no!;
sino que por ser salvos, ahora son
nuevas criaturas, fueron creados, son de la nueva creación, ya no de la
vieja, creados en Cristo,
participantes de la nueva creación, pero la nueva creación tiene una función
que cumplir: creados para buenas obras; o sea que tenemos que hacer buenas
obras, pero no las buenas obras que a nosotros se nos ocurren. Bueno, podríamos
suponer, entonces ahora vamos a ir al África, vamos a empezar a dar leche a los
hambrientos; y en verdad puede ser que eso también se lo mande Dios a algunos;
pero aquí dice: “buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano…”; preparó,
preparó. Preparado de antemano.- Hermano,
cuando has caminado con el Señor un tiempo, y miras para atrás, te das cuenta de
que Dios había preparado todo, incluso hasta tus tiempos de incrédulo, incluso
hasta tus “metidas de pata” eran parte de la preparación; era Dios preparándote
para comprender mejor después, poema suyo, obra maestra suya, para buenas obras
que Dios preparó de antemano. Ningún
hijo de Dios ha sido improvisado por Dios. En el reino de Dios no existe la
improvisación; en el reino de Dios existe la predestinación; Dios te conoció
antes de la fundación del mundo, y que conocerías y recibirías a Cristo, y que por
eso nacerías de nuevo, que serías su hijo; te escogió y te destinó, te dio un
trabajo, un lugar en el plano, un lugar irreemplazable en la economía
divina, porque Dios no hace jabones en serie. Bueno, alguno podría pensar que el
hermano Gino es igual que el hermano Arcadio; que el hermano Arcadio es igual
que Alejandro; que Alejandro es igual que Germán; no, nada que iguales; cada
uno es cada uno, nadie tiene que ser igual a otro; tú no tienes que imitar a
otro; tú tienes que ser absolutamente auténtico, porque tú tienes tu propia
obra que es distinta de la del otro; claro que todas esas obras están asociadas
en la gran obra de Dios, y por eso no trabajamos sólo para nosotros; a veces
trabajamos para otras generaciones, a veces la obra tuya no se ve todavía, se
ve después; pero debes saber que Dios preparó una obra para ti, Dios no está
improvisando, tú tienes que decir: Señor, quiero conocer lo que tú has
preparado para mí; ¿acaso fue usted el que escogió nacer en el siglo XX y
después pasar al XXI, y nacer en Colombia? Quizás usted hubiera preferido nacer
en Miami, o quedarse usted por allá en la Costa Azul de Francia, o en Paris, o
Miami; pero no, Dios escogió que nazcamos en Colombia, y que nazcamos en esta
generación, y Dios escogió nuestros padres, nuestra raza, la clase social en la que nacimos, las
oportunidades o las no oportunidades que tendríamos; inclusive las no
oportunidades son oportunidades en otro sentido; fueron escogidas por Dios, ¿por
qué? porque Dios es un Dios que prepara, aún los caminos estrechos que tendríamos
que pasar; es una preparación de Dios. Si no pasabas por ahí, no estarías listo
para cumplir tu misión; todos los túneles y molinos por los que hemos tenido que
pasar son para prepararnos para cumplir una misión particular. Hermano, subrayo
la palabra “particular”, porque hasta aquí, la primera parte subrayaba la
palabra “general”; ahora voy a subrayar la palabra “particular”, porque dice: a cada uno su obra; y ¿dónde dice “particular”?
Miembros en particular.- Vamos allí a 1ª a los Corintios 12 para ver esa palabra: “particular”; lo particular está dentro de lo general; lo particular no es contra particular; no, todos los particulares de Dios son coordinados en lo general de Dios. Dice en el capítulo 12 de 1ª a los Corintios, y primero voy a leer el verso 27 donde aparece lo de particular; y luego leemos el contexto de nuevo. “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular”, noten esa expresión: miembros cada uno en particular; es decir, tú fuiste planeado por Dios para hacer algo. Si un ingeniero, por ejemplo mecánico, está haciendo un aparato, un motor, dice: bueno, el tornillo es para esto, la tuerca es para esto, este tubito es para esto, este resortito para esto, esta plaquita para esto; cada cosa la hace para una cosa; luego dice: esto va con esto, esta tuerca va con este tornillo apretando esta plaquita y en este punto; y este resortito va aquí, sube acá, baja acá, enganchado aquí, y es para esto; y este tubito y este cablecito van aquí; cada cosa tiene su lugar. Cuando tú ves una cosa suelta, tú no sabes para qué sirve; es en la comunión del cuerpo donde tú te das cuenta para qué sirves; es en medio de los demás que te das cuenta de que Dios te dio capacidad aunque sea de hacer arepas; y esas arepas pueden servir para traer un hermano de Chile, o de Brasil; qué importante entonces hacer arepas con amor y con propósito, ¿se dan cuenta? Hermano, cada uno sirve para algo, cada uno tiene que hacer algo, Dios tiene una misión para cada uno, y la tiene ya preparada, y Dios no ha improvisado con tu vida; todo lo que usted ha pasado ha sido para formarlo a usted, para cumplir su parte, la parte del motor que le toca a usted; tenemos que dejarnos ensamblar con los demás; ensamblar con los demás no quiere decir que todos tenemos que ser como el hermano Gino, que todos nos vamos a dejar la barba, que todos nos vamos a dejar el bigote, que todos nos vamos a vestir así y así; no, no; Dios los guarde a ustedes de ser como el hermano Gino; pobres de ustedes; ustedes tienen que ser como Cristo, y yo también; usted tiene que mirar al Señor; pero dese cuenta de que todos hacemos la misma obra, en lo general, y a la vez cada uno hace la suya propia; pero la de cada uno debe estar en relación con la de Dios. Usted tiene un llamamiento particular, usted es un miembro particular del cuerpo; no es que Dios dice: bueno, todos los miembros son como cubitos, todos los cubitos son iguales, se pone cubito con cubito y hacemos un montón de cubitos; no, no, no; uno es pulmón, otro es hígado, otro es bazo, otro es el estómago, o el esófago, o los dientes, o las muelas, o los ojos, o las pestañas, o la hipófisis, o lo que sea; cada uno es particular. Usted no trate de imitar a nadie, ni se mida por otro; imagínense a la hipófisis diciendo: pero yo tan blandita, tan chiquita, escondida, nadie me ve, en cambio esos brazotes durotes aparecen por todas partes; pero quítese la hipófisis, y no le funciona ni los brazos; esa hipófisis pequeñita, escondidita, es muy fundamental en el cuerpo; su función es producir una gotita nada más; pero esa gotita que destila de la hipófisis pone a funcionar todo el metabolismo del cuerpo; imagínense, afecta a todo el cuerpo esa gotita de la hipófisis; ella sólo tiene que producir esa gotita, nada más, pero qué importante es esa gotita. Entonces, hermanos, nadie, como dice este capítulo 12, piense: ah, como yo no soy mano, no soy del cuerpo; no, usted no tiene que compararse con nadie; usted agradezca que existe como usted es, agradezca donde usted nació, agradezca si es alto, si es bajito, si es blanco, si es negro; agradezca, Dios lo hizo así con un propósito; nadie puede tomar su lugar, usted tiene que hacer eso. Siempre suelo contar a los hermanos el ejemplo de la mesa. Si a la mesa le falta una pata, se derrama la sopa, no importa sí las otras tres estén; si falta la cuarta, se derrama la sopa; la cuarta tiene que estar; pero si yo soy más o menos como el otro, puedo decir, y no hago falta; no, no; usted tiene que estar ahí, porque el otro hace una parte, el otro la otra; pero si usted no hace la suya, es como dejar a los otros sin rueda; si usted es la rueda, los otros pueden ser el resto del carro, pero el carro no va a andar sin las ruedas; usted puede ser las manos; no debemos dejar al carro sin ruedas, ni al cuerpo manco; no debo decir: porque está otro, yo no estaré; era necesario que usted estuviera para que usted hiciera esa otra parte que el otro no puede; y no es contra usted, y no es compitiendo uno con otro; ese espíritu de competencia es cuando no se entiende el cuerpo; ¿cómo va a competir una rana con una tortuga? por ejemplo, o con un león; cuando se necesita la tortuga, ahí está; cuando se necesita al león ahí está; no hay que compararse; hay que aceptar la diversidad, hay que aceptar la variedad, y hay que alegrarnos por la multiplicidad, por las diferencias; Dios hizo distintas razas, distintas clases sociales, distintos temperamentos, dio distintos dones, distintos talentos, distintas oportunidades, pero toda esa variedad está controlada por un mismo Espíritu, un mismo Señor y un mismo Dios; un mismo Dios, un mismo Señor y un mismo Espíritu está detrás de toda esa variedad, y está detrás para ensamblar a uno con otro; no tenemos que ser iguales, pero tenemos que ser complementarios; no somos iguales, somos complementarios; las cosas las podemos hacer si cada uno hace su parte; uno hace su parte, el otro la suya, el otro la suya; ahí está el cuerpo andando; es Cristo ministrando Su Espíritu, Su Palabra, Su Nueva Alianza, a través del cuerpo, todos trabajando, cada uno en particular. Ustedes
ya conocen el capítulo 12; no se los voy a leer; sólo se los estoy llamando a
la memoria. No puedo decir: porque no soy ojo, no soy del cuerpo; ¿acaso
no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, dónde estaría el oído? Si todo
fuese oído, donde estaría el olfato? Si todo fuese olfato, donde estarían
las manos, etc. ¿se da cuenta? Entonces, usted no trate de ser otro; dele
gracias a Dios porque El lo amó con amor eterno, y lo planeó con amor, y le dio
un lugar inigualable e irremplazable que usted tiene que cumplir; y dice que Él
ordenó el cuerpo de tal manera para que no haya desavenencia; y eso sí lo voy a
leer, la parte final; ustedes después pueden repasar todo el capítulo 12 de 1ª
a los Corintios, pero voy a leer esta última parte, desde el verso 15 del
capítulo 12: “Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo; ¿no
será del cuerpo? Y si dijere la oreja, porque no soy ojo, no soy del cuerpo,
¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el
oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado
los miembros, cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso…”, y noten que
El hace eso conforme a Su carácter; Su carácter es justo, y es misericordioso,
y es práctico, y es amoroso, y también nos entrena. “Porque si todos fueran
un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros,
pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: no te necesito…” Interdependencia
y complemento.- Hermano,
eso que uno piensa, que no necesita a los otros, eso es pura paja; nadie puede
decirle a otro miembro: no te necesito, “ni tampoco la cabeza a los pies”; ni
siquiera los hermanos que el Señor pone para representar la autoridad de Dios
pueden menospreciar a los pies. Cristo, en cuanto Verbo divino, El no necesita
nada; pero El delega Su autoridad a personas; entonces, en este caso, las
autoridades delegadas son la cabeza de que habla aquí, la que necesita a los
pies; Dios no necesita, pero nosotros sí necesitamos. Y dice: “ni tampoco la
cabeza a los pies: no tengo necesidad de vosotros. Antes bien (noten) los
miembros del cuerpo que parecen más débiles…”, como les estaba diciendo,
por ejemplo, de la hipófisis, de la tiroides, digamos del corazón; ¿qué es más
duro? ¿El corazón o el fémur? Pero usted no puede vivir sin corazón, aunque
puede vivir sin fémur; hay mucha gente que perdió el fémur; entonces no se
preocupe por ser débil; lo importante es la función que Dios realiza aunque
usted sea débil; no se preocupe, la debilidad no es problema; al contrario,
dice la Biblia que me gloriaré en mis
debilidades, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte; cuando soy débil,
me doy cuenta de que necesito al Señor; entonces pido socorro, como decimos
aquí, pido “cacao”, y Dios nos ayuda en nuestra debilidad. Decoro.- Entonces dice: “Antes bien, los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente”; ¿no es así? “Y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro”. No todos tienen el mismo decoro; y a veces decimos: parece que a estos hermanos como que los tratan con más decoro; precisamente porque tienen que meterse con cosas más indecorosas; lo que es indecoroso se cubre con más decoro. No a todos se les dice: General, o se les dice: mi Teniente; no, porque no todos son tenientes; la mayoría son soldados; pero ¿por qué se le trata con más decoro? Porque es necesario, por causa de que le toca tratar con lo que es indecoroso; entonces por eso vean lo que dice aquí: “aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente”. Por
eso yo les contaba una vez a los hermanos que, cuando estando en Paraguay, me
ponía a observar a los que el Señor nos había puesto al frente, éramos los
peores de todos; y yo decía: pero nosotros somos los peores de todos, somos los
más malos, somos los más difíciles, los más complicados, tenemos unas pruebas
terribles, y Dios nos pone al frente; yo veía a aquellos otros hermanos tan
queridos, a estos otros hermanos así, y aquellos hermanos tan preciosos, ¿cómo
es que no están ellos al frente? Ahora entiendo porqué; porque a los
indecorosos El los cubre con decoro; no tenga envidia de los tratados con decoro,
porque ellos son los más indecorosos; no tenga envidia, usted no sabe la
verdad; Dios es el que sabe la verdad. Por eso dice: “y aquellos del cuerpo
que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente. Porque los que
en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad”. Algunos tienen unas necesidades que otros no tienen; no todos tienen la misma necesidad; ¿qué les parece? “pero Dios, (¿Quién?), Dios ordenó el cuerpo”; no piense que el cuerpo está desordenado, que si usted no lo cuadricula va a quedar desordenado; usted no cuadricule el cuerpo, déjelo como el Señor lo hizo; no trate de meter su mano; porque nosotros, a veces, tratamos de bajar al que está arriba, subir al que está abajo, por nosotros mismos; tratamos de reorganizar el cuerpo, y lo que hacemos es dañarlo. Todos tienen que ser iguales, decimos nosotros, todos iguales; y lo que hacemos es dañarlo. ¿Cómo va a competir la hipófisis con el fémur en una carrera? Dejemos que Dios haya repartido como El quiere. Señor, pero ¿por qué me diste a mí un talento, y al otro dos, y al otro cinco? Y ¿qué te importa a ti? ¿Y qué a ti? ¿acaso no le dijo el Señor eso a Pedro? porque el Señor le dijo lo que le iba a pasar a Pedro; y Pedro, dijo: ¿Y a Juan qué?. ¿Qué te importa lo que yo quiera con Juan? ¡sígueme tú!, ¡qué a ti!, ¿a ti que te importa mi relación con Juan? lo importante es que tú me sigas como Pedro; Pedro es Pedro, y la relación del Señor con Pedro es con Pedro, con Juan es Juan; no trates de comparar a uno con otro, porque eso no es sabiduría; no es sabiduría compararse con nadie; esté, pues, agradecido de ser usted, esté agradecido que usted existe, que Dios quiso que usted existiera, o si no, usted no tendría conciencia de ser una persona; pero si usted tiene conciencia de ser alguien, Dios quiso que usted existiera; y cuando lo quiso, lo quiso con amor, con amor eterno, y lo planeó; usted es un plan eterno de Dios; y todo lo que hizo Dios es bueno, nada es de desecharse; Dios hizo algo bueno cuando lo hizo a usted; no se compare con nadie; simplemente descubra quien es usted para Dios. La recompensa de una piedrecita blanca.- Escrito está que, en el último día, cuando el Señor esté recompensando a los vencedores, a cada vencedor le va a dar una piedrecita blanca con un nombre nuevo escrito que ninguno conoce, sino aquel que lo recibe; o sea que sólo el Señor y usted van a conocer el profundo significado de su nombre definitivo. Este nombre que tenemos ahora es un nombre que nos pusieron nuestros padres; y claro, Dios les dio el derecho temporal de ponernos el nombre; y a veces, ¡qué nombrecito le han puesto a algunos! ¿verdad? Porque nosotros ponemos nombres que nos parecen bonitos; que me perdonen los Sinforosos y todos ellos; pero amados, si los padres tienen un derecho temporal de ponerte nombre, el que te pone el nombre definitivo a ti es Dios; y en la Biblia el nombre no es un sonido sin sentido; en la Biblia el nombre expresa el significado de la persona para Dios; o sea, el nombre que Dios tiene para ti, es lo que tú, de manera particular y distintiva, significas para el Señor; eso es lo que va a significar tu nombre; por eso dice: y nadie conocerá ese nombre, sino el que lo recibe. Todos podemos saber, este es Pedro, este es Juan; pero qué significa tu nombre, quien eres tú para Dios, ese algo es irremplazable, nadie lo conocerá sino Dios y tú, porque sólo Dios sabe en tu intimidad qué relación tiene contigo, porque tú eres de una manera distinta del otro, ¿se dan cuenta? Entonces, tu nombre verdadero es el que vas a recibir cuando llegue la hora del tribunal de Cristo; entonces Dios te va a decir: Esto eres para mí, y te dará tu nombre; y cuando oigas ese nombre, vas a comprender qué significa ese nombre, y qué significas para Dios, y cuál es tu lugar en Su reino, y conocerás como fuiste conocido. Y no es un significado en el aire; sino qué significas para Dios, qué significas tú para Dios; ese es el sentido del existir; estará expresado en ese nombre qué significas para Dios; porque a veces queremos significar algo para esta persona, pero no significamos lo que quisiéramos, y siempre estamos buscando significar algo, y a veces nos podemos chiflar buscando significar algo para alguien en esta tierra; resultamos pensando que somos “Napoleón”, o la reina “Elizabeth V”, porque nos sentimos muy achantados por un lado, y tratamos de compensar ese achante, y empezamos a creernos quien sabe qué, ¿verdad? Pero nadie te comprende como el Señor; lo importante es quien eres tú para el Señor; como el Señor le dijo a Moisés: te conozco; o sea, tú eres alguien especial; no tienes que serlo para otro; sólo tú vas a conocer ese nombre, sólo tú vas a saber porqué estás aquí en ese lugar, y cuál es tu lugar, y tu función, y como Dios lo aprecia, aunque nadie lo aprecie; aunque nadie se dé cuenta, Dios se da cuenta; aunque nadie te valore, Dios te valora. Hermano, cada uno tiene su obra, cada uno tiene su nombre, cada uno es miembro en particular. La palabra de Dios nunca nos dice que seamos homogenizados, todos así cuadriculados, como si fuéramos al estilo bien comunista; no, no; Dios hizo personas; nosotros no somos descendientes de los monos de Darwin; sino que somos seres humanos creados a la imagen de Dios; aunque todos tenemos la misma naturaleza humana, y somos salvados por el mismo Señor, por la misma sangre, y por el mismo evangelio, y tenemos al mismo Dios, y pertenecemos al mismo cuerpo, sin embargo, somos diferentes, y tienes que aceptarte con gratitud por todo lo que Dios te hizo a ti; debes darle gracias a Dios; no te compares con nadie; Dios te quiso a ti, y Él sabe lo que significas para Él, y Él quiere tener relación directa y personal contigo, que tú andes cerca de Él, y tú hagas tu parte, la tuya, la que nace de tu intimidad con Dios. En tu intimidad personal con Dios ha de nacer una inspiración para ti; a ti el Señor te la mostrará, a ti te va a impulsar a hacer algo; puede ser algo pequeño; a veces algo pequeño puede tener significado grande. A veces una cosa pequeña puede producir un efecto grande tanto en lo bueno como en lo malo. Haga su parte.- Yo les conté que la primera guerra mundial comenzó por una bofetada que un hombre le dio a otro; así empezó la primera guerra mundial. Un hombre abofeteó al otro, y esa bofetada fue el comienzo de la primera guerra mundial. Uno pensaría: pero ¿qué hacer o no hacer? Usted dejó de hacer algo, y quedó un hueco, y nunca más se hará lo que tú tenías que hacer, y eso siempre faltará; lo que haga otro es después, y ya es en otra época. Entonces, hermano, usted está ahí para hacer lo mejor que usted pueda, lo mejor que usted entienda; usted tenga intimidad con Dios, y lo que el Señor ponga en su corazón, hágalo, hágalo usted; no piense: pero si el otro no lo hace; cuando el otro haga, yo lo hago; no, no; hágalo usted. Puedes decir: pero yo pido perdón cuando el otro pida. No! Más bien pida usted; no piense en el otro; haga usted lo que debe hacer, haga lo mejor que pueda, que eso está tendiendo un puente para la eternidad. Si usted hace lo mejor que puede, usted no va a hacer todo, pero lo que usted haga es necesario; otro hará otro pedazo, y otro hará otro pedazo, y ahí haremos entre todos lo que Dios quería; pero si usted no hace, es, como les digo, quitarle la pata a la mesa; si usted falta, se derrama la sopa; ¿me entienden, hermanos? Usted tiene que estar ahí. A cada uno le dio su obra. Leo
el verso 24: “los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad;
pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba”; o
sea, usted no se preocupe si a otro le dan más honor que a usted; a usted no le
falta, al otro le falta, a usted no. Y dice porqué lo ordenó de esa manera
Dios: “para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros
todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece,
todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros
con él se gozan”. ¿Será que
nos gozamos cuando otro recibe honra, o será que nos da rabia? ¿Nos gozamos? Si estamos en el Espíritu, nos
gozaremos con cada miembro, con su especificidad, porque él es como él es, y tú
no lo puedes cuadricular a tu estilo; ¿verdad? ¡Gracias a Dios! Y dice: “Vosotros,
pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular”. Diversidad.- Y luego da algunos ejemplos de variedad: “Y a unos (no a todos, por eso dice: la obra de cada uno), a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas”. Ah! todos queremos ser apóstoles, pero ¿ayudantes? Eso de ser ayudantes no nos parece tan hermoso como ser apóstol, ¿verdad? Pero se necesitan muchos ayudantes para que la obra de Dios se haga. Usted va al gallinero y encuentra un gallo y como 30 gallinas; ¿qué hace el gallo sin las gallinas? Ni poner huevo puede, ¿se dan cuenta? Así que no envidiemos al gallo, y más bien pongamos huevos; ¿amén? Entonces
dice: “si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.
Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular”; y
ahí aparecen los que ayudan, etc. “¿Son todos apóstoles?” No; “¿son
todos profetas?” No; “¿todos
maestros?” No; “¿hacen
todos milagros?” No; ¿Tienen todos dones de sanidad?” No. ¡Ay!
pero ¿por qué estos hermanos oran y las personas se sanan, y yo oro y siguen
enfermos? Dios sabe porqué con éste se sana; Dios es el mismo, y es por gracia;
no quiere decir que el otro es más poderoso y por eso se sana; No; es que usted
tiene otra función. Entonces dice ahí: “¿hablan todos lenguas?” No; “¿interpretan todos?” No. Yo pienso que cada pregunta de éstas, aunque no está la respuesta explícita, la respuesta tácita es No; no somos iguales, no debemos medir a uno por otro. Ah! pero allá me gusta más, decimos; allá en esa iglesia cantan, allá echan demonios y todo; bueno, está bien; es la misma Iglesia, no es otra Iglesia: la Iglesia es una sola; todos los hijos de Dios somos una sola familia; no tenemos que ser como la otra iglesia; No; nosotros somos la Iglesia con todos los hermanos; pero usted sea como usted es; no trate de ser como otro; haga su parte, la que nace del Espíritu, la que nace de su comunión con Dios, su comunión íntima con Dios; haga lo que Dios puso en su corazón; hágalo usted, porque si usted no lo hace, quizá otro no lo haga, ¿amén? Y dice: “Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino más excelente”. Y ese camino es el amor. Volvemos a Marcos; todo esto era el comentario de esa frase que dice allí: “Y a cada uno su obra”; y dio un ejemplo: “y al portero mandó que velase”. En la familia de Dios hay porteros. Cuando había el templo, el templo tenía unas puertas de cuatro alas, y había porteros; entonces hay personas a quienes Dios les encarga ser los porteros; los porteros son las personas que disciernen quienes entran y quienes salen, quienes son de adentro y quienes son de afuera; los porteros comprenden cómo llevar una persona a Cristo para que entre, y también, de una persona que no es de Cristo, saben que no es aún de adentro, y saben que aún son de afuera. Hay hermanos que tienen que estar velando en la iglesia, para no dejar entrar lo que no debe entrar, y abrir las puertas a quienes se las tienen que abrir; porque a veces se las cerramos a quienes se las tenemos que abrir, y a veces las abrimos a los que tenemos que mantenérselas aún cerradas. Entonces, en la casa de Dios hay porteros. Cuando usted lee el libro de Crónicas, usted ve la lista de los porteros; y aquí voy a decir algo: tanto en el trabajo de los porteros, como en el de los músicos, como en cualquier otro trabajo, Dios siempre puso al mayor con el menor; y esto lo digo a propósito, para que la iglesia no se divida en iglesia de viejos y en iglesia de jóvenes; Dios siempre quiere que todos estemos juntos. Si hay reunión de jóvenes, deben también ser uno con todos los adultos. Me alegraría que los jóvenes, cuando tienen reunión, o campamento, se alegren cuando se les cuelen los viejos; no se molesten; alégrense cuando llegue un joven con arrugas, porque Dios quiere que los jóvenes y los adultos estén juntos. Todas las instrucciones de Dios al respecto son estas; siempre quiere que estén juntos; excepto cuando es necesario tratar casos privados entre los ancianos o los obreros. Así que no nos molestemos; tenemos reuniones para unos y para otro0,s por función; pero eso no debe convertirse en motivo de división del cuerpo, porque en el cuerpo tiene que ser un solo Espíritu; hay un solo cuerpo y somos miembros de un solo cuerpo; entonces las reuniones normales sean abiertas, sean inclusivas; nadie excluya a nadie, ¿amén hermanos? Vigilia.- Ya
terminando acá, dice el Señor: “Velad, pues, porque no sabéis cuando vendrá
el señor de la casa”; y aquí menciona las cuatro vigilias típicas romanas;
los judíos, no la Biblia, pero sí la tradición judaica posterior, dividía la
noche en tres vigilias de cuatro horas; pero los romanos la dividían en cuatro
vigilias de tres horas; y el Señor usó las vigilias de los romanos; noten,
aunque El era judío, usó en la parábola las vigilias de los romanos, y ahora
quedaron canónicas; el Señor las canonizó; ahora está en esta parábola la
vigilia que usaban los romanos; ¿por qué nos vamos a molestar? El Señor no es
sólo el Dios de los judíos; El es el Señor de todos. Entonces El menciona las
cuatro vigilias: “al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a
la mañana”. La primera
vigilia es desde cuando se pone el sol; por ejemplo, de seis a nueve de la
tarde o noche; la segunda, de nueve a doce; la tercera, de doce a tres de la
madrugada; y la cuarta de tres a seis de la mañana. En todas las vigilias es
necesario estar atentos al Señor, esperando Su venida. Es necesario esperarlo también
en la noche, porque es más fácil esperarlo de día; hay que esperarlo incluso cuando
es difícil, cuando hay oscuridad, cuando hay pruebas, cuando hay problemas,
cuando hay persecución, cuando hay malentendidos, cuando hay inflación, cuando
hay guerrilla, cuando hay subida y bajada de la bolsa, etc. etc. En la noche
hay que estar velando, esperando al Señor, y en cualquiera de las vigilias. El
Señor, a propósito de la segunda venida, no dijo la fecha; de la primera venida
sí dijo acerca de los 70 septenarios, las llamadas 70 semanas de Daniel; allí dice
del día de la visitación; y en el día exacto, Jesús entró en un burrito,
y nadie se dio cuenta, y entonces Él lloró: no
conociste el día de tu visitación; el día exacto en que se cumplían las 69
semanas de años, o septenarios, en ese día era la primera venida. Pero para la
segunda venida no hay día conocido, ni hora, y nadie sabe nada, sino el Padre.
Si aparece alguien por ahí diciendo que en tal año, en tal fecha, será la
segunda venida del Señor, usted sabe que
está hablando paja; nadie sabe el día exacto, ¿amén? Entonces Él quiere que
estemos listos a cualquier hora, y especialmente de noche. Trabajad y velad todos.-. El Señor Jesús dijo así: Trabajad entre tanto tenéis luz, porque la noche viene cuando nadie puede trabajar. Hermano, trabajemos ahora, cooperemos ahora con la obra del Señor, pongámosle ruedas al carro, pongámosle manos al cuerpo, cooperemos todos, ¿amén? Cada uno haciendo su parte. Y dice: “para que cuando venga de repente…”; El Señor viene de repente; es decir, cuando menos lo esperamos, es la hora; “no os halle durmiendo”; este dormir no es el físico, sino que es el espiritual. La novia en Cantares dice: Yo dormía, pero mi corazón velaba; una persona puede estar en vela, atenta al Señor, y descansando físicamente cuando se requiere descansar físicamente; pero cuando llega la hora, como cuando el Señor estaba durmiendo en la barca, y luego como que el diablo lo quiso hundir, y se armó aquello; ese lago de Galilea es tranquilo; para que se arme algo tan grande tiene que ser un demonio que provocó eso allí; y el Señor lo reprendió; estaba dormido, pero velando; este no dormir es espiritualmente; nuestro espíritu tiene que estar alerta; no debemos estar embotados, no estar perdiendo el tiempo, especialmente durante el mundial de fútbol; hay que estar alertas; ¡Dios tenga piedad de nosotros y nos guarde! “Y lo que a vosotros digo…”, o sea, a sus discípulos, “a todos lo digo”. Es decir, vosotros vais a enseñar todo lo que yo os mando, a todas las naciones; “Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo”; lo que le dijo a los apóstoles es para que se le diga a todo el mundo: “Velad”. Y cada uno a su obra; ninguno esté de vago; descubra su lugar en el cuerpo, en la comunión con Dios. ¡Amén! Y en cuanto a imitar a otros, imitemos solamente a los que, como Pablo, imitan, en Espíritu, al Señor. Gino
Iafrancesco V., 16/VI/2006, Bogotá D.C., Colombia. |